En esa época ver al entonces carismático y exitoso empresario en el cine o la televisión era algo relativamente habitual, ya que por esas fechas también hizo una llamativa aparición en la mítica serie El Príncipe de Bel Air que, pese a que no sacó a relucir precisamente unas grandes habilidades interpretativas, le sirvió para cimentar su reputación de millonario extrovertido, mujeriego y descarado, unos rasgos que hoy en día le valen fuertes críticas pero que, todo sea dicho, en esos años formaban parte de la receta de su popularidad.
En función de lo que ha venido contando el ahora derrotado mandatario republicano a largo de los años, parece que las productoras y los canales de televisión llamaban constantemente a las puertas de su despacho para pedirle e incluso rogarle que se prestara a tales cameos, dado el impacto promocional que podría derivarse de su figura. Sin embargo, ahora el citado Christopher Columbus reveló el otro lado de la historia, al menos el que le concierne a él, el cual pinta un retrato ligeramente diferente de esas 'negociaciones'.
"Trump nos dio permiso para filmar en el vestíbulo del Plaza [emblemático hotel de su propiedad]. Entonces pagamos la tarifa correspondiente y pensamos que ahí se quedaría la cosa. Pero no, nos dijo: 'Solo pueden usar el Plaza si yo salgo en la película'. Al final cedimos a su petición y cuando hicimos sus primeras pruebas en pantalla, la cosa más extraña del mundo sucedió. La gente no paraba de aclamar cada vez que salía en pantalla. Así que le dije a mi editor: 'Déjalo en la película, va a ser un momento para el público'", explicó Columbus sobre la obsesión del magante con la atención mediática y, por supuesto, con la eufórica admiración que despertaba entre los ciudadanos.