"Gasté mucha energía tratando de averiguar qué había hecho mal, por qué fui desterrada del reino. En realidad eso es mentira. Me desterré a mí misma. De un día a otro, me volví invisible, y se convirtió en un problema. A ojos del mundo, yo ya no era yo", recordó en una entrevista a People.
Lo más irónico de toda la situación es que Jennifer se había resistido durante años a pasar por quirófano para operarse la nariz porque sentía "que era lo suficientemente guapa" y, cuando por fin lo hizo, tuvo claro que estaba cediendo a la presión "del enemigo".

Quien la hizo cambiar de opinión fue en gran parte su mamá, que había trabajado como actriz antes de casarse con el papá de Jennifer, la estrella de Cabaret Joel Grey, y que le había repetido desde niña que, con su nariz, no conseguiría triunfar.
"Ella me quiere, me quería, siempre lo ha hecho, y fue pragmática porque me decía: '¿Adivina qué? Es muy difícil que te den un papel. Pónselo un poco más fácil'", recordó.