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La primer gran crisis del matrimonio de Felipe de Edimburgo y la reina Isabel

Una vez que se convirtió en el consorte de la reina Isabel II, el duque de Edimburgo luchó por que sus hijos llevaran su apellido
vie 09 abril 2021 08:12 AM
Duque de Edimburgo y la reina Isabel II
El duque de Edimburgo y la reina Isabel II.

Tras la boda real de la entonces princesa Isabel y Felipe de Edimburgo , el 20 de noviembre de 1947, el príncipe de origen griego fue obligado a renunciar a su carrera naval, situación que lo conflictuó. Con el paso de los años, encontró que su papel dentro de la familia real era darle modernidad.

Cinco años después de contraer matrimonio con la heredera al trono británico, falleció su suegro, el rey Jorge VI, a causa de un cáncer de pulmón. Esa situación significó que el duque de Edimburgo pasara de ser un héroe naval a ser la sombra de su esposa, quien estaba a punto de subir al trono.

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Antes de tomar su papel como consorte de Isabel II, el príncipe Felipe tuvo otro conflicto con Isabel diferente al generado por tener que abandonar su sueño profesional. Y es que, cuando se convirtió en papá de los príncipes Carlos y Ana, no pudo darles su apellido, Mountbatten, debido a que la tradición conservadora del reinado de Jorge VI dictaba que los hijos debían llevar el apellido Windsor.

En 1952, cuando Isabel II fue coronada, Felipe no tenía un rol y esa situación le molestaba demasiado: se había convertido sólo en "el papá de los hijos de la reina". Renunció a su carrera militar, pero había una sola cosa a la que no iba a permitir tan fácilmente: que sus hijos no llevaran su apellido.

Reina Isabel II, la princesa Ana y el príncipe Felipe
Reina Isabel II, la princesa Ana y el príncipe Felipe.

"Para cualquier hombre en ese entonces era muy importante tener ciertos emblemas que representaran quién fuiste en el mundo y uno de ellos era que su esposa tomara su apellido, era la tradición y que sus hijos también tuvieran su apellido", dijo el historiador Alastair Bruce en el documental The Royal House of Windsor.

La intención de Felipe de que sus hijos Carlos y Ana llevaran su apellido lo llevó a tener un choque con la generación mayor de los Windsor, dirigida por su suegra, la Reina Madre, quien había sido un poder detrás del reinado de su marido y una vez que Jorge VI falleció, ella se negaba a dejar el palacio de Buckingham.

Con la Reina Madre hubo una especie de choque porque ella siempre desconfió de los orígenes alemanes de la familia del duque de Edimburgo y él consideraba la monarquía debía modernizarse. La reina María apoyaba a la Reina Madre creando una especia de matriarcado real y esperando que la nueva reina Isabel siguiera su reinado en la misma línea. Además, las reinas tenían el apoyo del primer ministro conservador Winston Churchill.

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El 18 de febrero de 1952, el gabinete de Churchill discutió sobre el asunto del cambio de apellido que tanto pedía Felipe. El gabinete apoyó que el apellido Windsor debía conservarse e invitaron al primer ministro a hacerle saber su opinión a la reina.

Así Churchill dejó en claro que el gobierno estaba en contra de su esposo. "No querían cambios, ellos veían la monarquía como algo que debía basarse en lo que había sucedido en el pasado", indicó el biográfo Christopher Wilson.

La reina Isabel II y el duque de Edimburgo tuvieron una acalorada conversación a puerta cerrada sobre el tema. Felipe aseguraba que su apellido debía estar involucrado porque, si no era así, él se sentía apartado. Esta situación se convertiría en la primera crisis en el reinado de Isabel. Para el 9 de abril de ese mismo año, la soberana publicó una decisión.

Reina Isabel II y el duque de Edimburgo
Reina Isabel II y el duque de Edimburgo.

"La reina declaró su voluntad y agrado de que ella y sus hijos [Carlos y Ana] fueran llamados y conocidos como la casa y familia Windsor, y que sus descendientes, aparte de las mujeres que se casan, lleven el apellido Windsor".

Esta decisión hirió al príncipe Felipe profundamente y en una plática con sus amigos les confesó: "Soy el único hombre del país que no puede darle su apellido a sus hijos". Para entonces ya había muchas tensiones entre el matrimonio.

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Una década después, mientras el duque trataba de tomar un lugar en la realeza y se iba de gira en el barco real Britannia, circularon rumores sobre un distanciamiento de la reina y supuestas infidelidades comenzaron a inundar los tabloides británicos. En 1959 se reveló que la reina estaba esperando a su tercer hijo y eso fue suficiente para reavivar el conflicto por el apellido Mountbatten.

Duque de Edimburgo
Duque de Edimburgo.

Felipe estaba dispuesto a que su nuevo hijo llevara su apellido, pero esta vez no estaba solo. Se trataba de uno de los miembros de la realeza más importantes y tío del duque, Louis Mountbatten. Ambos trataron por mucho tiempo conseguir que los príncipes llevaran el apellido, pero hasta entonces no lo habían logrado hasta que llegó a sus vidas el abogado, Edward Iwi, un hombre obsesionado con las leyes.

Iwi señalaba que era ilegal que los niños reales no llevaran el apellido de su papá. El abogado tenía una nueva propuesta para lograrlo, se trataba del uso de un guión en el apellido y sugirió que podía usarse como Mountbatten-Windsor. Así que le envió una carta al primer ministro Harold Macmillan donde le advirtió que el nuevo bebé llevaría el sobrenombre de bastardo, según las leyes actuales de ese momento, al llevar el apellido de soltera de su mamá.

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El primer ministro calificó la carta como un documento sin fundamento. Entonces Iwi buscó a un aliado más. Se trató del famoso obispo Bloomer, quien publicó un sermón en el Times, donde apoyaba el nuevo apellido. "No quiero pensar que ningún niño nacido bajo el matrimonio sea privado de llevar el apellido de su papá, un derecho y privilegio que cualquier hijo legitimo en el mundo tiene".

Princesa Ana y el duque de Edimburgo
Princesa Ana y el duque de Edimburgo

El problema se hizo de dominio público y, según el diario del primer ministro, Felipe habría presionado a la reina de una manera "brutal". Fuentes cercanas aseguraron que la discusión sobre el apellido hizo llorar a la reina. En febrero de 1960, Isabel II tuvo que decidir nuevamente entre su esposo y la monarquía en la que nació.

Días antes del nacimiento del príncipe Andrés, la reina publicó una declaración por la creación de un nuevo apellido: Mountbatten-Windsor. Eso significó una victoria para Felipe aunque la casa real permanecía intacta, fue algo por lo que luchó por mucho tiempo. Para entonces, la reina María y Winston Churchill ya habían fallecido, mientras que la Reina Madre tenía un papel mucho menos activo.

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