El llamamiento de Q-Shaman, Jake Angeli —perteneciente a la teoría conspirativa Q-Anon—, y del propio Trump, quien lleva cuatro años "desacreditando" a la democracia, según el profesor de gobernabilidad de la Universidad de Harvard Steven Levitsky, surtieron efecto.
El día estuvo plagado de simbolismos: la bandera de Gadsden (propietario y comerciante de esclavos), la presencia de la "milicia blanca", que mezcla elementos nórdicos y vikingos; las gorras de "Make America Great Again" (MAGA), las referencias a "incel" (celibato involuntario), pancartas de "Jesús te salva" y rifles de asalto.
La jornada cobró la vida de cuatro personas, una de ellas, Ashli Babbitt, veterana de la Fuerza Aérea estadounidense y residente en San Diego, dentro de las paredes de la sede que salvaguarda el poder de los ciudadanos. Hechos como éste se comparan sólo al 24 de agosto de 1814, cuando mayor general Robert Ross le prendió fuego al Capitolio.

El Black Wednesday, según Levitsky, fue un "autogolpe" del gobierno, con el que intentó, al final de forma fallida, quedarse ilegalmente en el poder y, a pesar de que "la democracia estadounidense va a sobrevivir los eventos", alertó, en la BBC, que "a mediano plazo, nos acercamos a un periodo conducido por la crisis".
El triunfo democrático
Después de los disturbios que provocaron la salida inmediata del lugar del vicepresidente Mike Pence, con ayuda del Servicio Secreto, el resguardo de los legisladores en las habitaciones seguras del Capitolio, la entrada de SWAT para expulsar a los asaltantes, la supervivencia de la democracia estadounidense se logró.