El actor llegaba a la agencia, miraba la pizarra y escogía uno de los extraños trabajos que se ofertaban esa semana.

“Hice de chófer, de striper, entregué neveras portátiles a estudiantes de la universidad…”, relató el actor para el diario El País. Y también se convirtió en la mascota de El Pollo Loco, un establecimiento de comida en el Sunset Boulevard.
Su labor era sencilla, aunque quizá no muy gratificante: Se introducía en un disfraz emplumado, se colocaba en la acera y empezaba a bailar: “Ya. Fui el ingenuo dentro de ese disfraz. Pero me permitía pagarme las clases de actuación”, reveló el actor durante el pasado festival de cine de Venecia.
“Vivir es algo jodidamente complicado. Y esto te lo dice uno que ha ganado la lotería”, resaltó.