Hoy todo es diferente para la reina emérita que se mostraba sonriente hace unos días junto a su hijo y sus nietas durante los actos de los premios Princesa de Asturias, pero ¿qué esconde la sonrisa de la reina? Qué historia guarda la figura de una mujer que ha padecido los miles de infidelidades de su marido, y que hoy salvaguarda la imagen de la corona tras un gesto amable y el profundo respeto que los españoles le guardan.
¿Quién es la reina Sofía de España?
Bisnieta, nieta, hija, hermana, esposa y madre de reyes, está emparentada con todas las casas reales de Europa; sin embargo, en los últimos años la reina ha guardado un bajo perfil, tras delegar gran parte de sus obligaciones y responsabilidades a su nuera la reina Letizia y a su hija la infanta Elena, la reina Sofía vive una vida más tranquila en el palacio de la Zarzuela acompañada por su hermana la princesa Irene quien vive en Madrid desde hace muchos años y es la fiel compañera de la reina, su amiga y confidente. Con ella viaja periódicamente a su natal Grecia, donde vive su hermano, el rey Constantino II.
Tras regresar a Grecia después de la segunda guerra mundial, Sofía pasó el resto de su infancia y su adolescencia en el palacio de Tatoi, también pasó por el prestigioso y elitista internado alemán Schule Schloss Salem donde no solamente perfeccionó su lengua materna, sino que además adquirió un auténtico sentido del deber y la disciplina, que la llevó a desempeñar un papel como reina con matices distintos a las de otras consortes en Europa, y es que a diferencia de sus contemporáneas Silvia de Suecia, Sonia de Noruega, Paola de Bélgica o incluso Noor de Jordania, a Sofía se le educó para ser reina, su destino era casarse con un príncipe y ella bien que mal, eligió al suyo.

Así empezó su cuento de hadas
En la actualidad está casada con un rey exiliado, han sido seis décadas navegando aguas turbulentas, cuando se conocieran eran adolescentes, lo hicieron a bordo del yate Agamenón en 1954, fue durante una reunión de jóvenes de la realeza que su madre, la reina Federica había promovido para que los miembros más jóvenes de las casas reales reinantes o no se conocieran, la reina guardaba la esperanza que en ese viaje se diera algún romance.
Los reyes Pablo y Federica tenían sus ojos puestos en el joven príncipe Harald, el heredero al trono de Noruega, lo consideraban ideal para alguna de sus hijas, pero en especial para Sofía.

Dicen que el amor entre Don Juan Carlos y Doña Sofía fue a segunda vista, ya que en aquel viaje que duró 13 días y donde recorrieron las islas de Corfú, Mykonos, Santorini y Creta el flechazo no se dio. La realidad es que Juan Carlos de entonces 16 años no tenía planes de enamorarse, no fue hasta unos años después que el príncipe inició un tierno romance con la princesa Maria Gabriela de Saboya, con la que rompió cuando se cruzó en su camino la condesa Olguina de Robilant, este romance fue un auténtico dolor de cabeza para los papás de Juanito.
Aun años después de terminar ese romance, su sombra le seguía, ya que se aseguraba la condesa que gozaba de muy mala fama, había tenido un hijo del príncipe, esa es una de las tantas paternidades que le cuelgan al rey y que siguen sin confirmarse.
Para 1961, el príncipe continuaba viviendo tórridos romances con estrellas y aristócratas y Sofía seguía sola, sus papás le habían insistido en fomentar una relación con Harald de Noruega, nunca se ha confirmado si fueron novios oficiales, pero si se sabe que la relación no prosperó porque Harald estaba perdidamente enamorado de una sencilla costurera de nombre Sonja Hareldsen, quien varios años después y tras insistir se convirtió en su esposa y hoy reina consorte.

Juan Carlos y Sofía volvieron a coincidir en Londres en la boda de los Duques de Kent, era 1961 y la princesa Griega causó un gran efecto en el príncipe playboy, tras un cortejo y varias visitas a Atenas, el anuncio del compromiso se llevó a cabo en Suiza, en la casa de la reina Victoria Eugenia de Battenberg, a Franco no le hizo gracia que su protegido no lo consultara para elegir esposa.
Aun así recibió a la joven pareja con los brazos abiertos, tras la opulenta boda en Atenas, donde asistieron miembros de todas las casas reales y una romántica luna de miel, se instalaron en el palacio de la Zarzuela y recibieron los títulos de Príncipes de Asturias, pronto llegó su primogénita y para 1968 el heredero al trono.