Además del comprensible nerviosismo ante el hecho de que millones de ojos procedentes de todo el mundo estuvieran tan pendientes de la novia como del vestido en el se había enfundado, la diseñadora reveló que también vivió con especial emoción tanto la complicidad que exudaban los dos enamorados, como el cariño con el que los admiraba el resto de miembros de la familia real.
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"Fue extraordinario estar en la misma sala con toda la Familia Real situándose para la foto delante de mí y del fotógrafo Alexi Lubomirski. Era como cualquier otra familia feliz preparada para un retrato maravilloso. Hablaban animadamente sobre los novios, la boda, los niños y la ceremonia, como todos hacemos en situaciones así. Fue algo muy encantador y terrenal", dice una parte del texto que publicó en su perfil.