Dice Luis Gerardo Méndez, uno de los creadores de la marca, que el mezcal es —por mucho— una de las bebidas con mayor mística en el mercado y uno de los símbolos más representativos de la mexicanidad moderna. Nosotros pensamos como él.
Y es que los mexicanos sabemos celebrar en grande, y aunque por ahora las aglomeraciones y las reuniones en masa están descartadas, siempre es buen momento para gritar viva México con un caballito en la mano, y si es en la playa, mejor.
La experiencia empezó en el Aeropuerto la Ciudad de México, en la sala de Interjet, para ser exactos, donde pudimos ver un carrito de servicio de Mezcal ojo de tigre con muchísimos ingredientes para mezclar. Nos dijeron que durante el vuelo nos iban a sorprender, y así fue; nos prepararon una serie de cocteles que compartimos con todo el vuelo.
Ya en Cancún, pasaron por nosotros para llevarnos a Kai Hotel, by Ahau Collection, unas increíbles villas localizadas en pleno corazón de la Reserva y Parque Nacional de Tulum, donde disfrutamos de unos drinks de bienvenida como preámbulo de lo que estaba por venir.
Al día siguiente, el sol del Caribe brillaba con todo, así que nos lanzamos a desayunar al restaurante del hotel con una espectacular vista al mar. Todavía era temprano para el mezcal, pero una vez que desayunamos nos lanzamos a la playa y a los camastros, donde las altas temperaturas ameritaban unos drinks con mezcal joven y reposado.
Lo mejor fueron las tostadas de atún y la langosta, que también se pueden comer en el club de playa. Comprobamos que los ingredientes son más que frescos, pues justo a unos metros se encuentra el único punto de pesca de la zona, por lo que ver pasar a los pescadores locales con sus presas recién capturadas es cosa de todos los días.
Al atardecer tuvimos un mezcal tasting en Kanan, otro de los hoteles que integran Ahau Collection, ubicado en una de las zonas más exclusivas de Tulum, donde aprendimos a mezclarlo con concentrado de maracuyá y hierbas aromáticas, además de jarabe de jengibre y limón deshidratado. Ahí conocimos Licor Nixta, un producto hermano de Ojo de tigre, hecho a base de elote tierno.
Ya entrada la noche, de regreso en Kai, nos recomendaron observar la vía láctea desde la playa. Estar en medio de la jungla y en una reserva natural, tiene sus ventajas, y observar las estrellas en silencio es una de ellas.
Al día siguiente descubrimos que la “rutina” de Tulum no es como las otras. Desayunar frente al mar es algo a lo que fácilmente podríamos acostumbrarnos (los platones de frutas con yogurt, miel y semillas del lugar son un must), pero comer y echar el drink en la playa mientras se toma el sol, es la parte que más disfrutamos. Alternamos la tarde en el club de playa de Kai y el de Villa de pescadores, otro de los espacios de Ahau Collection, ubicado a sólo unos pasos de nuestro hotel.
Por la noche nos lanzamos de nuevo a Kanan para disfrutar de una cena mexicana con toques yucatecos en los famosos “nidos” del lugar, ubicados a unos 17 metros de altura y con una de las vistas 360 más espectaculares de la zona. Estos espacios son ideales para cenas románticas y apartadas del resto de los huéspedes. Mezcal ojo de tigre nos consintió con un drinks y platillos nacionales como tlacoyos, tacos y el infalible chile en nogada.
Después de cenar nos lanzamos a una pequeña reunión al aire libre en la terraza más grande del hotel, con DJ y drinks ilimitados. Tanto en la fiesta como en la cena se mantuvo la ya tradicional sana distancia y las medidas de precaución necesarias.
Al día siguiente disfrutamos de un desayuno especial en Ahau Tulum, donde aprovechamos para conocer Alaya, Aldea Canzul y Casa Ganesh, también de Ahau Collection y ubicados en la misma zona.
Fue nuestra manera de decir adiós a un fin de semana muy mexicano, con mística oaxaqueña y la esencia de la Riviera Maya.
