La voz susurrante, su messy hair, un cuerpazo envidiable, pero más aún la intención correcta para el autodenominado "Soy venganza", hacen del Batman de Pattinson, uno al que podemos considerar en su "estado más puro", incluso con elementos más oscuros y realistas del que nos regalaron Nolan y Bale.

No sólo el rol está plagado de claroscuros, todo aquello que lo rodea tiene ese tinte casi lúgubre; Gótica se siente como el Nueva York de los 80 y 90, aquel en el que en las puertas de las habitaciones de los hoteles habían letreros que rezaban: "¡Salga bajo su propio riesgo!". Hay además otro elemento fundamental en la visión de Matt.
Por fin, como sucede en los comics, se retoma la idea de que Bruce Wayne, a través de su álter ego es un detective de primera. Como nunca, la trama de The Batman se pone al servicio de revivir ese otro elemento que dota al millonario de un halo de aptitud y posibilidad (no sólo económico) fehaciente de compartir el Salón de la Justicia con seres con poderes.

A través de un thriller noir, con todas las fórmulas que implica acercase al género, Reeves y Robert nos presentan a su creación, con más que el tiempo suficiente, 175 minutos. Además, otros roles dejan de ser "satélites" para tener —por mínima que sea la aparición— su momento de gloria; eso sí, insistimos que todo con ese feeling de que podrían existir más allá de la ficción.