La indicación de que podían ya ponerse sus patines logró emocionar aún más a Nicolás, Daniel y Emilio que no dejaban de sonreír y concentrase en cada una de las instrucciones que les daban los artistas del patinaje; antes de entrar a la pista, con todo cuidado para evitar resbalarse, abrazaron y besaron a sus mamás que no dejaban de pedirles: “¡Pon atención!” y “¡Practica el inglés!”.

Unos pingüinos de plástico ayudaban a los niños a no perder el equilibrio y disfrutar la experiencia de estar dentro de la misma pista en la que sucede la magia de las historias de personajes como Toy Story, Moana, Aladdín, La Bella y la Bestia y La Sirenita, los patinadores extremos que les dan vida los guiaban para poder incluso dar leves giros en el congelado escenario.