Nada más finalizar la final Luka Modric se abrazaba a Carlo Ancelotti en un gesto repleto de emoción y reconocimiento al técnico italiano que se convertía en el más laureado de la competición con su cuarta conquista.
Courtois corría dando saltos de alegría hasta el fondo contrario al que acabó el partido, una de las mayores exhibiciones de un portero en una final de la Liga de Campeones, para gritar descontrolado hacia el fondo donde se encontraba la afición del Real Madrid.
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Acababa de hacer realidad su sueño. La Champions que le arrebataron en Lisboa, la había ganado siendo protagonista con el escudo que soñó defender. El momento era especial para Marcelo, sin minutos en el que se perfila su último partido, sufriendo en el banquillo en cada ataque del Liverpool.
Sentado en la nevera contando los minutos para su reencuentro con la copa. En esta ocasión no le acompañó Karim Benzema, el francés dejó el reconocimiento en solitario al jugador que más títulos ganó en la historia del club.

Marcelo recogió la orejona en su gran momento como capitán y se dirigió hacia el resto de sus compañeros para levantarla al cielo de París gritando de alegría, exhibiendo euforia mientras todos saltaban, los confeti volaban a su espalda y los fuegos artificiales iluminaban Saint-Denis.
Habían hecho pasillo como gesto de respeto al subcampeón cuando recogió su medalla el Liverpool entre lágrimas tras una nueva final perdida ante el Real Madrid.