El hijo menor de la soberana británica, de 58 años, venía de pasar el día con los jóvenes ganadores de un premio creado por su fallecido padre, el duque de Edimburgo.
Como buen caballero inglés, iba vestido impecablemente con un traje de color azul, una corbata a juego y un paraguas en la mano.

El príncipe Eduardo, que iba acompañado por otro hombre, se subió a un Metro de la línea Jubilee en la estación de Green Park y se bajó en Waterloo.
Lo más sorprendente es que consiguió realizar el trayecto sin causar demasiado revuelo, aunque sí que le tomaron alguna que otra fotografía a escondidas.