Antes de llenar arenas, conquistar cinturones mundiales y firmar contratos multimillonarios y formar una familia (que por cierto está por crecer) , Saúl Álvarez recorría las calles de Juanacatlán, Jalisco, junto a su papá, en el que fue el primer trabajo del “Canelo” de niño; una actividad que le permitió afrontar con entrega y disciplina el camino que tenía por delante y que lo convirtió en un de los máximos campeones del boxeo mundial.
Y es que, de niño, “El Canelo” vendía paletas de hielo y aguas frescas junto a su papá, Santos Álvarez. Y esa imagen del joven pelirrojo que empujaba su carrito bajo el sol tapatío no es leyenda urbana ni anécdota pintoresca (digna de la escena de una bioserie): es la raíz real de un campeón que, desde niño, entendió que la disciplina y el trabajo duro eran su camino hacia la grandeza.