Britney siguió el ejemplo de muchas otras celebridades y vendió una exclusiva a la revista Vogue, aunque acompañada de muy pocas imágenes, en la que explica que su gran día fue un evento muy íntimo en el que la acompañaron únicamente sus familiares y amigos. Irónicamente, ni sus papás ni su hermana recibieron una invitación.
Su vestido de novia corrió a cargo de Versace, que creó un elegante diseño con escote barco y una abertura lateral con un velo blanco ribeteado con bordes de satén.
Como joyas, apostó por unos diamantes de Stephanie Gottlieb con unos pendientes en forma de pera, un collar estilo choker con un corazón engastado en oro blanco y un brazalete a juego. Sam, por su parte, se enfundó un esmoquin de Versace.
En general, la artista apostó por un look muy natural, prescindiendo de peinados elaborados para lucir su melena suelta con ondas naturales, y le confió el maquillaje a Charlotte y Sofia Tilbury.
