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Vuelve a nacer, María Inés Guerra cuenta la historia de su divorcio

Después de casi seis años de casados, María Inés Guerra y su esposo, el empresario Gustavo Guzmán, descubrieron que no eran felices juntos.
jue 09 enero 2020 06:34 AM
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María Inés Guerra

Comenzaron entonces un camino de separación y redescubrimiento personal que los ha llevado a estar, inesperadamente, mejor que nunca.

A finales de 2019, y luego de casi seis años de ausencia, María Inés Guerra regresó al mundo del espectáculo con una pequeña participación en la película Frozen II, donde prestó su voz a la reina Iduna, mamá de las famosas Elsa y Ana. Hacer el doblaje no fue sencillo, sobre todo porque al mismo tiempo se estaba divorciando del empresario Gustavo Guzmán después de casi seis años de matrimonio y tres hijos de por medio (Pedro Pablo, de cinco años, María Inés de tres y Luciano de uno).

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A pesar de ello, el trabajo resultó ser una terapia que la ha ayudado a sanar. A casi un año de distancia de su separación y en su entrevista más honesta, María Inés nos habla de su proceso, de lo que significa volver a ser soltera y de la maravillosa oportunidad que le dio esta ruptura para encontrarse a sí misma.

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María Inés Guerra

¿Cómo fue el proceso de reinventarte? Es un trabajo arduo, pero creo que lo he caminado bien, he tenido fortaleza. Los hijos son un gran motor, y al tenerlos ahí sabes que no puedes flaquear ni deprimirte; además, eso no va con mi personalidad. Me he dado chance de estar triste y de pasar por todos los sentimientos: tristeza, enojo, frustración y fracaso porque, finalmente, en nuestra sociedad, y mucho más en México, un divorcio equivale a fracaso. Pero eso depende de qué significado le des tú.

Trabajaste en Frozen II cuando te encontrabas en pleno proceso de divorcio… Estuvo padre que con esta ruptura y este divorcio pude encontrar otra vez en mi trabajo esa tranquilidad, esa paz, esa armonía y ese ejemplo para mis hijos. Estuve en la disyuntiva: ¿regreso a trabajar o no?, pero he vivido unos meses de mucho aprendizaje y reflexión y también aprendí a pensar en mí, porque cuando eres mamá se te olvida que existes.

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Pasó ya casi un año de la ruptura, ¿qué has descubierto de esta nueva María Inés? Aprendí a redefinirme y redefinir mi estatus; le decía a mi terapeuta: “¿Qué soy? ¿Por qué a veces es tan importante encajar?”. Ahora pienso: sí, soy una mujer divorciada, pero no soy sólo eso. En este tiempo he encontrado una paz interior muy importante, muchas ganas de estar bien, de llevar una buena relación con Gustavo, mucho amor por mis hijos y también por mí misma.

(Obligatorio)
María Inés Guerra

¿Qué haces cuando no estás con tus hijos? Aprovecho para hacer cosas que me gustan, que quizá dejé de hacer, y si las hago no me siento culpable, como leer o tocar el piano todo el día. Creo que Dios no se equivoca y sólo así, con esta nueva realidad, me volteé a ver a mí misma. Poco a poco Dios me ha puesto esas oportunidades para que yo también esté preparada para ir soltando a mis hijos. Soy muy aprensiva y ha sido un gran reto que papá y mamá nos dividamos a los hijos; un fin de semana con él y otro conmigo.

Puse toda mi esperanza en que Gustavo me hiciera feliz y él en mí, y nos equivocamos.

¿Qué lecciones te deja tu divorcio? He trabajado mucho con una terapeuta para intentar controlar la mente, vivir con la reflexión de los Alcohólicos Anónimos: “Sólo por hoy”. Trato de aprovechar y agradecer todas las cosas buenas que tengo. Estoy haciendo mucho ejercicio, eso también ayuda. Aprendí a escuchar cuáles son mis necesidades primarias emocionales y a trabajar en ellas. A raíz de este divorcio he aprendido a conocerme más, a estar bien conmigo misma, a estar en paz y a darle eso mismo a mis hijos.

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¿Cómo es tu relación con Gustavo ahora? Es difícil aprender que estas familias de papás divorciados siguen siendo una familia y a mis hijos les tocará aprender a vivir en dos casas y a sacar lo mejor de los dos mundos. Si nosotros podemos estar mucho mejor separados que juntos, creo que los hijos van a sacar también lo mejor de eso. Y sí, seguimos siendo una familia y seguiremos siendo socios para toda la vida. Hoy por hoy estamos con la mejor voluntad para ser los mejores cómplices y papás de nuestros hijos.

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María Inés Guerra

Al casarte tenías las expectativas muy altas… Llegamos a idealizar el matrimonio porque ni él ni yo nos habíamos casado antes. Puse toda mi esperanza en que Gustavo me hiciera feliz y él en mí, y nos equivocamos. La felicidad viene desde adentro, es algo personal y no puedes dar esa gran responsabilidad a alguien y después culpar. Aprendí que una relación es de dos y una ruptura también, y he aprendido a asumir las responsabilidades, porque luego quieres jugar el papel de víctima y eso es poco honesto y aburrido. Los dos hemos platicado que hoy estamos mejor así y que la vida es muy corta como para lamentarse.

¿Fue una decisión mutua? Sí, y por supuesto que fue dura, pero los dos lo hemos tomado de la forma más madura, sin berrinches o malos ratos porque hay tres personitas de por medio. Nuestros hijos grandes, Pedro Pablo y María Inés tienen cinco y tres años, son chiquitos pero no tontos. Les dijimos: “Vamos a separarnos, vamos a estar en diferentes casas, con papi estos días y con mami estos otros”. Ellos han estado bien y por ese lado nos sentimos muy tranquilos.

¿Qué ya no estarías dispuesta a ceder? A no voltearme a ver. Es una responsabilidad, porque si no haces lo que te gusta, si dejas de voltear a verte, tampoco puedes ver al de al lado. Ése es mi mayor aprendizaje y ha sido una de las lecciones más fuertes de mi vida

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