Los rumores, siempre sin confirmar, que salían del palacio de Kensington después de que Meghan Markle se instalara allí , tras su boda con el príncipe Harry apuntaban a que no todo el mundo veía con buenos ojos esa costumbre suya de saltarse el protocolo, que en un principio fue aplaudida por considerarse una señal de que contribuiría a modernizar la institución de la que había entrado a formar parte.
Correos electrónicos enviados a las cinco de la mañana, llamadas constantes los siete días de la semana... la dinámica de trabajo de la ex actriz habría incomodado a más de uno y explicaría la renuncia de tres de sus asistentes y de la jefa de su dispositivo de seguridad en un breve período.