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Ser (o no ser) la primera dama: ¿Quién es Beatriz Gutiérrez?

Poeta y escritora. Madre y pareja. Mujer y ciudadana... Beatriz no necesita un cargo más y lo tiene muy claro. Te presentamos las opiniones de Margarita Zavala y Sara Sefchovich
sáb 01 diciembre 2018 11:16 AM
Andres Manuel
Beatriz Gutiérrez, Andrés Manuel López Obrador.

Poeta y escritora. Madre y pareja. Mujer y ciudadana... Beatriz no necesita un cargo más y lo tiene muy claro. No es que la vida política del país no le interese ni mucho menos que la administración pública no le parezca esencial para la transformación del país. No. Simplemente Beatriz no concuerda con la función de la primera dama.

“Tenemos que pensar diferente; pongamos fin a la idea de la primera dama porque en México no queremos mujeres de primera ni de segunda”, sentenciaba en un acto público después del triunfo de Andrés Manuel, dejando en claro que ella “ni de primera ni de segunda”.

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Hija de madre chilena, Beatriz nació en 1969 en la Ciudad de México, aunque pasó su infancia entre Morelia y Puebla. Licenciada en Comunicación por la Universidad Iberoamericana de Puebla, donde cursó la maestría en Letras Iberoamericanas, Gutiérrez Müller fue periodista en distintos medios nacionales como Página Regional, El Universal y Argos Comunicación.

Además, entre 2001 y 2005, fue asesora de la Dirección de Difusión del Gobierno del DF y de la sección de Asuntos Internacionales, doctorándose después en Teoría Literaria, por la
Universidad Autónoma Metropolitana, dedicando su vida a la escritura y a la investigación. Se abocó con toda pasión a los libros. Ejemplo de ello es el último que presentó: La memoria artificial en la historia de la Nueva España de Bernal
Díaz del Castillo.

Beatriz, que parece obsesionada con los Siglos de Oro españoles y con los maderistas, de manera particular con el nicaragüense Solón Argüello (periodista, poeta y secretario particular de Madero a quien Müller ha dedicado dos libros), ha encontrado en la literatura y en la palabra su verdadera pasión y el camino perfecto para ayudar, desde su oficio, a la transformación del país.
“He encontrado en la literatura la mejor forma de estar sana: es mi seguro social y tiene mis medicinas”, sentenció en una de sus recientes presentaciones.

Hoy, queda claro que Beatriz es una mujer auténtica y si bien su decisión de no ejercer como primera dama levantará polémica, también servirá como un punto y aparte en la historia del país.

Algo que quedó muy claro desde que el escritor José María Pérez Gay decidió presentar a Andrés Manuel y Beatriz (recomendándola para el gabinete del entonces perredista) hasta que, en 2005, cuando Beatriz tenía 36 años y el Peje 52, el romance entre ambos se hizo público en Quién. Y en 2006, meses después de que AMLO perdiera las elecciones ante Felipe Calderón, la pareja se casó; su hijo Jesús Ernesto nació un año después.
“La lucha del hombre es en contra o en favor de la libertad. Es lo que aparece en mis libros y la poesía se ejerce como un acto de rebeldía hacia la libertad. Hoy, es una lástima que las editoriales no publiquen más poesía. Gracias a los poetas este país no está peor”, sentencia Beatriz, dejando en claro que sí, ella sabe ejercer su libertad y que no, un gran hombre no necesita una mujer detrás. La necesita al lado. Y Beatriz lo entendió bien.

Margarita Zavala

De 2006 a 2012, Zavala acompañó a su esposo Felipe Calderón en sus labores como presidente de México. Al igual que Beatriz, se rehusó a usar el título de primera dama. Prefería que se refirieran a ella como “la esposa del presidente”.

Desde un principio yo no utilicé la palabra primera dama. Cuando Felipe era candidato para gobernador de Michoacán en 1995, me preguntaron sobre ese tema y declaré que yo no lo usaría. Ahí no ganamos, ganamos en 2006 y tenía claro que el término ni siquiera era algo que le gustara mucho al país. Todos nuestros boletines fueron enviados como “Oficina de la esposa del presidente de México”.

Internacionalmente se usa muchísimo el término “first lady”, entonces es muy difícil librar esas batallas porque además eso no es lo importante. Realmente no lo es. A mí lo que me mueve es saber que desde el lugar en donde estés tienes que construir el bien común.

Si es como presidente de la República, (pues) como presidente de la República; si es siendo esposa de un presidente, o de un intendente, pues en eso. Lo mismo si eres maestra, o enfermera, o si te toca barrer... es un sentido del bien común como deber del ser humano.

Para mí fue difícil porque yo era política y tuve cargos. Me gustaba salir en las notas y en sí tenía que ser protagónica. Ya cuando estaba acompañando a Felipe, entendí que lo mejor para mí era seguir trabajando por el bien común y para fortalecer la figura del presidente. Decidí no tener una fuente especial para la esposa del presidente, y así fue que reduje el tamaño de la oficina y volví a pensar qué hacer con el DIF.

Afortunadamente era parte de la Secretaría de Salud, y se escogió a una mujer muy buena, Cecilia Landarreche, para dirigirla.

Los temas de asistencia social no deben estar en manos de la esposa ni del esposo de nadie, sino del gobierno. Por eso fui muy respetuosa con la directora del DIF y le entregaba cuentas al secretario de salud, José Ángel Córdoba y luego a Salomón
Chertorivski.

Ni la asistencia, ni el desarrollo social, ni la familia tienen que depender del papel, papelito o papelazo de “la esposa o el esposo de”. Depende de lo que quieras hacer y de si lo quieres hacer. Creo que lo importante es la libertad con la que tiene que actuar alguien que no fue electo, porque para este papel no fuiste electa. Es un rol difícil, por eso no suelo opinar al respecto, creo que ni en corto lo hago. Depende de muchas circunstancias... si se puede, o no se puede, o qué es lo prudente. Con el tiempo y con el hecho de que haya más mujeres en la toma de decisiones, ese papel será visto de otra manera. El esposo de Angela Merkel es un científico y nadie lo atosiga.

Yo no hice cruzada nacional porque lo importante es lo que haga un gobierno y lo que haga el presidente o presidenta... eso es lo fundamental. Creo que lo más relevante es que ahora haya 48% de diputadas y 49% de senadoras. Eso va a ayudar. Ahora las mujeres no sólo participan en el ámbito social. A mí me tocó saludar a una secretaria de Energía como Georgina Kessel, a una secretaria de Turismo, a una procuradora. Por ahí debe de ir, por el lado de más mujeres en la toma de decisiones.

Sara Sefchovich

Licenciada y maestra en Sociología y doctora en Historia de México por la UNAM, ha publicado tres libros de ensayo basados en el rol de primera dama.

A lo largo de la historia, las esposas de los gobernantes han cumplido dos papeles: uno es el de acompañarlos en actos oficiales y viajes, y otro es el de hacer algo en favor de los grupos vulnerables de la sociedad. El primero lo han cumplido y lo siguen cumpliendo todas. El segundo por épocas sí y por épocas no.

Desde los tiempos del Virreinato de la Nueva España y hasta el siglo XIX ya en el México Independiente, las señoras dieron dinero para que se crearan o pudieran sobrevivir conventos, hospitales y orfanatorios. En el XX empezaron a hacer repartos de regalos, que iban desde planchas y licuadoras hasta casas.

Poco a poco esa labor se fue institucionalizando y fue recibiendo presupuesto del gobierno. Así se creó La gota de leche para regalarle ese alimento a los niños y en los 50 la señora López Mateos creó el Instituto Nacional de Protección a la Infancia.

Así fue como las esposas de los mandatarios pasaron de hacer acciones de caridad a asistencia social a través de una institución gubernamental, dejando atrás la buena fe de una persona para convertirlas en obligación del Estado frente a los ciudadanos.

Con el paso de los gobiernos, el INPI fue cambiando de nombre y ampliando sus objetivos hasta convertirse en DIF, la agencia de gobierno que coordinaba las estrategias de atención para la población marginada urbana y rural, que atendió a millones de mujeres, niños, jóvenes y ancianos, en cuestiones de salud, alimentación y capacitación.

Cuando en los años 80 se adopta el esquema neoliberal, esto se frena porque disminuyen los recursos destinados al gasto social.

Al empezar el siglo XXI, la primera dama en turno es muy activa y muy ambiciosa. Habla de “movilizar a la sociedad entera y promover la participación ciudadana”, “luchar contra la pobreza”, “reactivar el desarrollo del país”, “contribuir a equilibrar las grandes desigualdades sociales”, e incluso, “salvar a México”. Pero para eso no acude a la institución tradicional que es el DIF, sino que crea una fundación privada que le permite no someterse a ninguna ley ni control, ni responder ante ninguna autoridad. Desde allí recaudó fondos para hacer regalos a la población, tales como bicicletas, computadoras, techos de lámina, maquinaria y material médico.

Las acciones de la señora Fox significaron un retroceso respecto a las políticas públicas que se volvieron otra vez caridad voluntarista y clientelar, con decisiones que eran fruto de la improvisación, el espontaneísmo y, sobre todo, la fascinación con el reflector.

Por eso la siguiente primera dama, no quiso que la identificaran con su antecesora, aunque sí quería participar.

Pero como para entonces el DIF ya era un cascarón vacío, la señora Calderón optó por ocuparse de niños migrantes no acompañados y adicciones, sumándose a las ong ya existentes.

Cuando empezó el sexenio de Peña Nieto, con bombos y platillos se anunció que se “relanzaría” el DIF y se dijo que ello sería posible gracias a que la primera dama era “muy inteligente y con una especial sensibilidad por las causas sociales”.

Y sin embargo, no fue así. La señora Angélica no se interesó por esta labor y la institución fue por completo relegada.

En aquel momento escribí que presenciábamos el fin de la primera dama como institución con compromiso social y que de ella solamente quedaría la acompañante en ceremonias protocolarias.

Y no me equivoqué. Me parece terrible que las esposas de épocas anteriores, que nada tenían que ver con el quehacer de sus maridos ni nadie las tomaba en cuenta para las decisiones importantes, hayan tenido mucho más peso y hayan hecho muchas más acciones que las señoras de hoy, que son personas bien informadas y partícipes activas de las acciones de sus maridos.

Si uno se pregunta por qué es así, la respuesta puede ser porque la posición de primera dama es inexistente en sentido jurídico, de tal modo que aunque existan usos y costumbres, cada señora puede decidir lo que quiere hacer o no hacer. Por eso también he dicho que este papel se tiene que reglamentar y debe asignársele un salario.

Hoy el papel de primera dama no existe más y no parece que en el futuro próximo vaya a existir.

Esto tiene su lado bueno porque nos ahorra mucho gasto y exhibicionismo. Pero también tiene su lado malo porque aún no ha llegado el tiempo en que el asistencialismo ya no sirva y México, un país con muchos pobres, no puede darse el lujo de dejar morir instituciones que colaboraron de manera tan significativa con este esfuerzo, ni tampoco de que la persona más cercana al poder y por lo tanto con las mayores posibilidades de conseguir apoyo, se desentienda de esa labor. Pero, es la realidad de los tiempos que corren.

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