Ubicado sobre Álvaro Obregón, una de las avenidas con mayor tradición culinaria y vida nocturna de la ciudad, Almamía llega para posicionarse como una opción imperdible. El proyecto se instala en una casona restaurada por el arquitecto Alberto Kalach, transformada en un espacio íntimo y cálido donde el diseño dialoga con la propuesta gastronómica, creando un ambiente ideal para cenas prolongadas y conversaciones que se disfrutan sin prisa.
Almamía: un rincón gastronómico en la Roma Sur que despierta emociones

Al frente de la cocina está el chef David Hernández Aguilar, con más de 30 años de trayectoria y formación junto a grandes maestros de la gastronomía nacional e internacional. Hernández combina la técnica de la alta cocina francesa con la riqueza de los sabores mexicanos, creando platillos que buscan tocar el alma y evocar la memoria de los sabores tradicionales.

“Mi experiencia es en cocina francesa. De ahí parto, por eso gran parte de la técnica que utilizo es francesa, pero con ingredientes mexicanos. Soy de la Ciudad de México, aunque me formé en cocina francesa desde mis inicios, y eso se refleja en mi propuesta”, explica Hernández.
La carta de Almamía es un homenaje a la memoria y a las emociones. Entre los platillos que no pueden dejar de probarse están la tostada de kampachi fresco con paté de pescado y salsa macha; el chicharrón de res sobre guacamole con ceniza de hoja de aguacate, que reinterpreta un clásico con técnica artesanal; los ravioles de conejo y morillas en salsa de vino tinto, que fusionan raíces mexicanas y europeas; el pulpo a la talla con mayonesa de chile morita, papas diablo y sofrito vizcaíno.

Para quienes disfrutan de la cocina francesa adaptada con ingredientes mexicanos, el filete de res a la bordelesa con cerveza Xochimilca y puré de asado con espinaca se vuelve una experiencia imperdible. Sobre los ingredientes, el chef nos contó: “El pescado siempre es fresco, lo traemos principalmente de Baja California. En el caso del chicharrón, no es el tradicional de carne; usamos res, la deshidratamos, la cocemos y luego la freímos para que quede crujiente.
Normalmente el risotto se monta con parmesano y mantequilla, pero aquí lo terminamos con queso de cabra y mole negro. Este mole está hecho a base de chihuacle negro —un chile caro, difícil de conseguir, pero indispensable para lograr ese sabor auténtico de Oaxaca. Cuidamos cada detalle de los ingredientes y de la presentación”, nos detalló.
Para cerrar la experiencia, los postres como el tiramisú de café de olla con cocol de anís o el budín de higos con salsa de Xtabentún prolongan la sensación hasta el último bocado. Además de la propuesta culinaria, Almamía rinde homenaje al trabajo artesanal mexicano: la vajilla y los tortilleros fueron elaborados por artesanos de Tlaxcala, los molcajetes por canteros, las bases de madera por un carpintero y los platos por artesanos de Michoacán, elevando el trabajo local y otorgándole identidad al espacio.

La carta de vinos, amplia y diversa, junto con una selección de cocteles, acompaña perfectamente tanto los platillos de mar como los de tierra, ofreciendo combinaciones que permiten disfrutar la cena con todos los sentidos.
Pronto, Alma Mía se convertirá en una experiencia 360 grados, ya que en octubre se inaugurará un hotel boutique dentro del mismo espacio. En la terraza habrá un bar con propuestas únicas, donde los comensales podrán incluso diseñar su propia fragancia a partir de los aromas de ciertos licores y bebidas.

Además, el lugar ya cuenta con un speakeasy especializado en mixología, ideal para disfrutar de un cóctel cuidadosamente preparado mientras suena buena música, prolongando la experiencia más allá de la cena y convirtiendo cada visita en un recorrido completo por los sentidos.
Dirección:Álvaro Obregón 124, Colonia Roma, CDMX