A veces, las grandes ideas nacen de pequeños momentos de caos. Para Arturo Rodríguez, ese momento fue en plena planeación de un viaje a África. Tras renunciar a su trabajo en Grupo Salinas y tomarse seis meses sabáticos, decidió pasar dos de ellos en el continente africano. Pero al buscar información sobre las vacunas necesarias, se topó con una realidad alarmante: nadie sabía explicarle con certeza qué vacunas necesitaba, dónde conseguirlas ni cuánto costaban.
“Fue una pesadilla”, cuenta. “Ni siquiera en centros médicos sabían orientarme bien. Algunas vacunas las tuve que conseguir en Guadalajara, me las mandaron y las tuve que guardar con cuidado en casa porque requerían una temperatura especial. Después conseguí a un amigo que hacía pruebas COVID a domicilio para que me las aplicara”. Fue ahí cuando entendió que, si para él había sido tan complicado, para el resto de la población debía ser aún peor.