Francisco Lomelín y su zoológico privado

Al llegar a la zona de Las Águilas, en la ciudad de México, nadie espera encontrar un rancho privado con cuatro bisontes, seis llamas, seis venados, tres halcones, dos jaguares, dos avestruces, un búho, un pony y hasta un tigre siberiano. Estos exóticos animales habitan en un extenso zoológico de 75 mil metros cuadrados y pertenecen a un mismo dueño: Francisco Lomelín Enrique, de 28 años, quien estudió Administración de Empresas en el itam y concursa en eventos de equitación desde que tenía 13 años. En cuanto al ámbito profesional, el jinete es asesor del ramo inmobiliario, dentro de la reconocida empresa familiar de bienes raíces. EL REY DE LA SELVA Su amor por los animales comenzó cuando era muy pequeño pues su papá, quien siempre ha montado, le transmitió el gusto por la equitación. Desde que Francisco tenía dos años salían juntos a pasear en caballo y, desde entonces, esta pasión sólo ha ido en aumento. Actualmente, Francisco cuenta con caballos de competencia y participa en los eventos como parte del Club Hípico Santa Fe.

Hasta ahora nadie en su familia ha compartido el hobby de coleccionar animales exóticos. A él le surgió esta idea hace unos 10 años, cuando adquirió una original pareja de llamas, que captaron su atención. En aquel entonces, un amigo le advirtió: “Ten cuidado, porque una vez que empiezas no vas a poder parar”. Y así fue: desde entonces, el repertorio ha ido en aumento y cada vez quiere más. Y, aunque nunca ha tenido malas experiencias con ellos, reconoce que les tiene mucho respeto. Pancho –como lo llaman sus amigos– nos platica que a todos los animales los ha tenido desde sus primeros días de recién nacidos, pues de esta forma no son agresivos.

Su última adquisición son dos preciosos jaguares bebés, Zander y Zahira, que le compró a un amigo que también tiene un zoológico, en Toluca. Con los pequeños felinos pasa largas horas jugando e incluso él mismo les da de comer con una mamila.

Kiara es su animal favorito. Este tigre hembra, de año y medio de edad, la compró en un criadero de Cuautla que pertenece a su amigo Jorge Arriaga. Y el cariño no es para menos, pues se la entregaron apenas a los seis días de nacida. Incluso en un inicio Kiara dormía en el cuarto de Francisco “hasta que un día, como a los tres meses, le tocaba tomar su lechita a las seis de la mañana y me quedé dormido. Cuando me levanté ya se había comido todo lo que estaba en mi cuarto; ahí fue cuando me di cuenta que debía llevarla al rancho. Al principio convivía con los demás animales hasta que el espacio designado sólo para ella estuvo terminado”. Cabe mencionar que el área del tigre tiene una superficie de 2 mil metros y hay un veterinario dedicado especialmente al cuidado de ella.

PAPELITO HABLA Los animales cuentan con todos los permisos que establece la ley. Desde que los adquirió, los documentos están en orden con la Semarnat y la Profepa, por lo que ni él ni ellos corren ningún riesgo. Sabe además que la tigresa y los jaguares son animales en peligro de extinción por lo que se asegura de que siempre estén bien protegidos. “Mi plan con Kiara, Zander y Zahira es que se reproduzcan para reintroducirlos paulatinamente a su hábitat natural y así contribuir a la conservación de la naturaleza. No quiero que se conviertan en un adorno –nos platica–. Ya introduje mis papeles para poder reproducirlos, pero es un proceso complicado y tardado”. Diariamente, como un dueño responsable y dedicado, Francisco visita sus “pequeños” después de montar en el hípico. Además seguido se organizan comidas o eventos ahí y le muestra su colección a los invitados, quienes se sorprenden mucho ante el imponente espectáculo de ver a los animales exóticos en total libertad, de un lado para otro. Eso sí, cuando les advierte “cuidado con el tigre”, habla en un sentido completamente literal. Nunca falta las amigas que quieren conocer a los animales, por lo que Pancho es el anfitrión más feliz en atenderlas y presentárselos a unos cuantos metros.

Finalmente, otros que disfrutan enormemente el lugar son los niños, y más aún cuando se acercan a la pony, de nombre Elisa, que fue un regalo para el jinete. Le dan de comer zanahorias en la boca e incluso la montan para dar paseos por el rancho. Por supuesto, Francisco tiene en mente seguir aumentando a la familia. Ya planea que el próximo habitante del zoológico sea un hipopótamo bebé que tenga su propio estanque y que aprenda a convivir felizmente con sus demás compañeros.