Desde el 12 de diciembre, ellas ya están en medio del Océano Atlántico, Eugenia Meéndez, Andrea Gutiérrez, Lucila Muriel Noriega y Ana Lucía Valencia no sólo se enfrentan a uno de los retos físicos y mentales más extremos del planeta, también cargan algo mucho más grande: la responsabilidad de representar a las mujeres, a México y a los océanos. Porque para ellas el mar no es solo un escenario épico, es un santuario. Es origen, identidad y causa.
Oceanida: Cuatro mujeres, un remo y todo un océano por delante
La travesía forma parte de una carrera internacional de resistencia en la que equipos de todo el mundo reman alrededor de 4,800 kilómetros a través del Atlántico. Durante semanas (a veces meses), los participantes duermen en turnos, enfrentan tormentas, cansancio extremo, lesiones y largos silencios donde la mente puede ser el mayor enemigo. No hay glamour. Hay disciplina, miedo, fuerza colectiva y una determinación que se construye remo a remo.
El objetivo de Oceanida
Pero Oceanida no se queda en el reto deportivo. Desde antes de subirse al barco, el proyecto fue pensado con una visión de largo plazo. Como lo explica Eugenia: “Pensando un poquito más en el largo plazo, nosotras nos subimos al barco el 12 de diciembre, regresamos, si todo sale bien, a principios de febrero. ¿Y después qué pasa? Algo bien importante para nosotras son las causas por las que estamos haciendo esto, porque eso es lo que nos mantiene fuertes y firmes en el camino".
Por eso, Oceanida es también una organización sin fines de lucro. Todo lo que entra va directo al proyecto y una parte importante de la venta de su equipo de seguridad será donada. Además, el equipo está trabajando en diagnósticos junto a dos fundaciones mexicanas lideradas por mujeres, reforzando que este viaje no termina cuando tocan tierra.
“Nosotras vamos a cruzar un océano físico, pero todo mundo tiene su propio océano que cruzar”, dice Eugenia. Y ahí está el corazón del proyecto: Oceanida no busca aplausos, busca movimiento. Es una invitación a subirse a una ola de cambio, a entender que en la sociedad de hoy hacer las cosas diferente (cuestionar, arriesgarse, incomodarse) también es una forma de revolución.
En un mundo que todavía duda de lo que las mujeres pueden lograr, cuatro mexicanas ya están cruzando un océano para recordarnos que los límites casi siempre son mentales. Y que cuando el propósito es claro, ni el Atlántico es demasiado grande.