“Fue una decisión tomada en conjunto porque nos llevamos muy bien, así que así lo preferimos porque quizá las cosas no funcionaron como pareja, pero siempre vamos a ser familia. Lo más importante en todo esto son mis hijos”, dice Pau.
Paulina, Pamela y Santiago, de 13, 12 y 10 años respectivamente, lo tomaron muy bien, aunque, dice Díaz Ordaz, les pegó un poco por la misma “satanización” social de la palabra divorcio. Aunque están chiquitos, ellos finalmente entendieron los buenos términos de la relación.

“Ellos ven que no hay pleitos, que nos llevamos muy bien y que hay mucha comunicación porque eso es lo que más importa y es algo que ambos les queremos transmitir”. Por ahora, nos contó Paulina, están dividiendo su tiempo con los niños. “Este divorcio no es como los convencionales porque nos estamos divorciando mientras nos llevamos bien, porque estas cosas suelen acabar mal y después se quieren matar el uno al otro”.
