Comimos ceviche maya negro, salbute de pato, tacos de pork belly (todo estaba espectacular, pero esos se llevaron las palmas) y un bocado de guayaba como postre. El maridaje fue con vinos de la casa, como Cassipea, Capricornius, Procyon, y el G&G, de Gina Estrada, la sommelier del lugar.
Hicimos check in a media noche y después nos lanzamos a nuestras villas que estaban increíblemente espaciosas y con una vista espectacular a los viñedos, pero eso lo podríamos apreciar hasta el día siguiente.
Día dos en el Cielo
Desayunamos también en Latitud 32. Estábamos maravillados con la vista de los campos desde la terraza superior, pero la de abajo, donde comimos, no se quedaba nada atrás.
Ya desayunados conocimos a una de las águilas que “trabajan” en el viñedo, utilizadas para el control de plagas naturales como ardillas, ratones y conejos. Nos contaron que nacieron en cautiverio y que su llegada a este lugar fue gracias a un programa con reconocimiento de las autoridades, para evitar el maltrato animal.
Más tarde nos adentramos en los campos para cortar uvas y hacer el tradicional pisado, como se hacía originalmente siglos atrás. Poco después nos llevaron al Wine Club Lounge, donde conocimos de cerca los procesos de fermentación, estancia en cava y barricas, que terminó con una degustación de vinos.
