Pasamos la tarde en la playa y la alberca, entre snaks, cocteles de frutas y tequila, pero nos recomendaron guardar un espacio en el estómago para cerrar con broche de oro nuestra primer noche en el hotel, en el restaurante Casa Amate.
El lugar, ubicado junto a un acantilado de piedra caliza, emerge de la selva frente a una laguna y canales de aguas color turquesa. Su carta cuenta con una selección de platillos típicos de la cocina latinoamericana, como cortes argentinos, ceviches peruanos y antojitos mexicanos.

Una leve lluvia nos sorprendió a la mañana siguiente, pero como nos dijo el gerente de actividades del hotel, “en el Caribe, las lluvias duran solo 15 minutos y después todo mejora”. Y así fue. Para cuando salimos de nuestra habitación, el sol estaba a todo.