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Chavela Vargas, una sobreviviente de sí misma

En noviembre de 2009, la cantante abrió su corazón a la revista Quién y contó algunos pasajes de su vida.
vie 03 agosto 2012 02:00 PM
En noviembre de 2009, la cantante abrió su corazón a la revista Quién y contó algunos pasajes de su vida.
Chavela Vargas En noviembre de 2009, la cantante abrió su corazón a la revista Quién y contó algunos pasajes de su vida. (Foto: Fotos tomadas del libro `Y si quieres saber de mi pasado´.)
La revista Quién entrevistó en 2009 a la cantante.
La revista Quién entrevistó en 2009 a la cantante.

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Cuando Chavela Vargas celebraba haber recibido en el Palacio de la Moncloa, de manos del entonces presidente del gobierno español José María Aznar, la Gran Cruz de Isabel la Católica, la condecoración más importante que otorga el gobierno español, una mujer madura se acercó a la mesa del restaurante madrileño donde cenaba aquella noche del 14 de noviembre del año 2000, para decirle algo al oído que le arrancó una sonrisa a la artista. "Chavela, ¿cuándo nos acostamos?", recordó la cantante tiempo después, aún encantada por el atrevimiento de aquella señora que, como otras, se sintió seducida por el carisma de la intérprete de la canción "Macorina", una mujer con una vida tan larga como la cauda de su mito.

Hoy Chavela, una genuina leyenda de carne y hueso, no sólo vive de sus recuerdos. A sus más de 90 años continúa dando de qué hablar. Ella no para. Ahora mismo alista el próximo lanzamiento de Las verdades de Chavela (Editorial Océano), un libro escrito junto con su amiga íntima María Cortina en el que, adelantan, se revelará una carta en la que Frida Kahlo escribió de su amor por ella, además de contar sus "conversaciones espirituales" con el poeta Federico García Lorca.

Relajada en el cálido y amplio jardín de una quinta en Tepoztlán, acompañada de un juguetón perro xoloitzcuintle que prefiere estar cerca de ella y no en la casa vecina a la que realmente pertenece, Chavela ofrece una viva estampa del éxito con el cerro del Chalchihuitépetl como mágico telón de fondo. Pero su vida no siempre fue así de plácida.

Ensayando en la terraza del hotel El Mirador, en Acapulco, en donde iba a oirla cantar Elizabeth Taylor en los años50.
Ensayando en la terraza del hotel El Mirador, en Acapulco, en donde iba a oirla cantar Elizabeth Taylor en los años50.


Sola contra el mundo

"Lo que no me dio la vida yo me lo busqué. El nombre que tengo no me lo dio nadie, yo sola me lo di", recuerda la gran Chavela, quien hace muchos años fue sólo Isabel Vargas Lizano, una niña nacida el 19 de abril de 1919 en un pueblo de la provincia de Heredia, en Costa Rica.

"Mi infancia fue muy fea", dice Chavela sin demostrar ninguna emoción en su rostro en el que los ojos siempre quedan ocultos tras los lentes de sol. "No había nacido cuando ya había sido engañada en el vientre de mi madre. Desde ahí empecé a ver para fuera y dije ¡ay, qué feo se ve todo!", continúa la cantante de ranchero ya con una sonrisa franca.

Es una imagen captada en Guatemala, en sus inicios de su carrera.
Es una imagen captada en Guatemala, en sus inicios de su carrera.


Ahora puede reírse de todo, pero antes era muy diferente. Herminia y Francisco, los padres de Chavela, no la querían. Al menos eso cuenta la cantante en Y si quieres saber de mi pasado, una biografía publicada en España por Editorial Aguilar en 2002.

En ese libro Chavela refiere sobre su madre: "No era cariñosa, al menos conmigo. Era una neurótica hipocondríaca". Y sobre su papá: "Todo lo que negaba a la familia lo despilfarraba en sus amoríos". Al divorciarse sus padres, la pequeña Isabel tuvo una vida inestable, viviendo con algún tío, mudándose de ciudad y terminó en casa de su padre cuando ya era adolescente.

"Cuando cambias de niña a mujer empiezas a pensar que te van a golpear por todos lados... Pero aguanté, por eso estoy viva y no me arrepiento de nada", reflexiona hoy Chavela, evitando entrar en los detalles que reveló en su biografía publicada hace unos años. En el libro cuenta que su padre comenzó a llamarla "rareza" por andar tras la hija de la cocinera. "Cuando era pequeña me dijeron que me iban a excomulgar por ser lesbiana", revela en la publicación.

En el cabaret el Safari con Tómas Méndez y José Alfredo Jiménez.
En el cabaret el Safari con Tómas Méndez y José Alfredo Jiménez.


Desde entonces se rebeló contra la convenciones sociales y la intolerancia y huyó de la casa luego de que su padre la amenazara: "¡...Me avergüenzo de ser tu padre y me avergüenzo de que seas mi hija! ¡Haré que te encierren en un reformatorio!" Atrás dejaba una infancia y una adolescencia desdichadas, y en el futuro de Chavela se dibujó la que sería su aventura mexicana.

Un romance en la Casa Azul

Aún sin cumplir los 20 años, Chavela fue invitada a pasar un verano en la Casa Azul, el hogar de la pintora Frida Kahlo y su esposo, el muralista, Diego Rivera. Ella todavía era una muchacha desconocida llamada Isabel y apenas intentaba labrarse un destino en México. En ese lugar encontró un refugio y mucho más. "¡Qué no me enseñaron, pregúntenme por lo que no me enseñaron! Adoraba a Frida y a Diego. Me divertía mucho con ellos. No sé qué edad tenía. Nunca pienso en la edad que tengo, tienen que recordármela", comenta Chavela quien entre sus recuerdos guarda la carta de Frida que ahora dará a conocer en su nuevo libro.

Desde que Chavela pronunció con todas sus letras a principios de esta década: "Ser homosexual no es ningún pecado, es mi gloria y me envanezco de ella si uno tiene derecho a envanecerse por esas cosas", ella ha hablado en varias oportunidades no sólo de la admiración sino del amor que sentía por Frida. Y al parecer, ése era un amor correspondido.

Chavela con Raúl (salterio) y el guitarrista Antonio Bribiesca.
Chavela con Raúl (salterio) y el guitarrista Antonio Bribiesca.


Frida y Diego le descubrieron la cultura mexicana, pero no fueron los únicos. Su otro gran maestro fue el compositor José Alfredo Jiménez, un amigo que a la fecha extraña como a pocos. "Con él me bebí todo el Tenampa", dice Chavela sonriente, a décadas de distancia de cuando compartía juergas monumentales con el cantautor en las cantinas de Garibaldi.

En aquella época ella aún bebía tequila y fumaba cigarros Pall Mall, mientras vivía noches de juerga interminables con los bohemios de la época. Pero José Alfredo era su mejor amigo. Juntos llevaban serenatas a las mujeres que amaban. Ambos eran unos enamoradizos irredimibles.

"Ustedes me conocen por mi música y por mi música deben apreciarme. Si deseo contar algo a mis amigos eso será cosa mía. Pero no quiero que aquellas mujeres que me amaron, o que me dijeron que me amaron, anden por los estantes de las librerías ni sean comidilla de los corros", advirtió en su biografía Chavela, una mujer discreta que hoy impone su discreción para no hablar de las mujeres que realmente amó.

Acostumbraba a fumar puros y, uno tras otro, cigarros Pall Mall.
Acostumbraba a fumar puros y, uno tras otro, cigarros Pall Mall.


"Fueron tres. Tres señoronas que se dice", ha dicho alguna vez, pero ahora en Tepoztlán ya no quiere hablar de sus enamoramientos. "Era el pan nuestro de cada día, pero ya se me quitó. El amor es muy divertido. Está uno enamorado y piensa uno que es para siempre. De repente tu pareja te dice: ‘Adiós, mucho gusto. No tenemos nada de qué hablar'. Son los reatazos de la vida. Uno se puede enamorar 80 veces. El amor no existe. Es la vesícula cuando trabaja bien", y se suelta a reír recordando quién sabe qué o a quiénes. En su casa no hay testimonios a la vista de aquellas pasiones. Fuera de algún retrato de Frida, otros rostros están ausentes en la galería de sus recuerdos fotográficos.

La leyenda negra

De aquellos años de bohemia desenfrenada procede la mayoría de historias que hoy forman parte de la leyenda negra de la Vargas. Algunas, simples rumores; otras, chismes malintencionados y unas más, anécdotas que la propia Chavela ha legitimado, como la siguiente, relatada en su biografía:

"Yo estaba de hotelera en Monterrey, me habían contratado para una serie de recitales o para amenizar las noches de los acaudalados clientes [...] Cansada tras la actuación, y tras haber platicado y festejado con los amigos, subí a mi habitación [...] Pues allí estaban todas aquellas señoras de la jet set de Monterrey, hermosísimas, guapérrimas, recostadas en mi cama y los sillones. Habían sobornado al gerente, le habían pagado para que les abriera la puerta de mi habitación. No más: estaban ahí para que yo pudiera elegir a la que más me gustase, o para probar cuál de todas podría enamorarme [...] aunque la bendita leyenda negra diga lo contrario, no quise nada con aquellas señoras".

Pero la bohemia tuvo un costo: un alcoholismo que la hizo tocar fondo. Entre los años 70 y principios de los 90, Chavela luchó contra algo mucho más fuerte que una traición o un desamor: los fantasmas del tequila. Vio, bebió y venció.

¿Hoy está arrepentida de ese largo y tortuoso episodio en el que no sólo acaba con su carrera sino con su vida misma? "Yo no me arrepiento de lo que hago. Nunca. Si lo hice fue con deliberada intención, así que no me arrepiento de nada, ni de lo que no hice", afirma Chavela con la cabeza en alto en su refugio tepozteca, donde recibe a sus amigos, entre ellos al cariñoso director de cine Pedro Almodóvar, quien siempre habla de ella como "el amor de su vida".

Chavela Vargas es una sobreviviente de sí misma. Ahora canta sólo en ocasiones muy especiales y disfruta de "las simples cosas", tal como se llama su canción favorita, de la que recita un fragmento al final de la entrevista: "Uno vuelve siempre a los mismos sitios donde amó la vida y entonces comprende cómo están de ausentes las cosas queridas...".

Lágrimas de despedida junto a Bibí Andersen y Pedro Almodóvar en la Residencia de Estudiantes, en 1993.
Lágrimas de despedida junto a Bibí Andersen y Pedro Almodóvar en la Residencia de Estudiantes, en 1993.

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