Entrevista: Isabel Allende, la de siempre

La emoción del lanzamiento de un libro ¿cambia con el paso de los años?

Cambia. Nada se puede comparar a la emoción de ver impresa mi primera novela, La casa de los espíritus. Se publicó en España en 1982 y mi padrastro consiguió con un amigo que me llegara el primer ejemplar, recién salido del horno, a Caracas. Me puse a llorar cuando él me entregó una bolsa del mercado y adentro estaba la novela.

¿Cómo ha sido el lanzamiento particular de Mi nombre es Emilia del Valle?

Ha sido de los mejores que he tenido. Es difícil para los publicistas de las editoriales crear interés en otro libro mío, porque ya hay casi treinta dando vueltas por el mundo y publico con demasiada frecuencia. Lo lamento mucho…no puedo contenerme.

¿Sobre el título del libro es lo primero que tiene claro o en qué momento surge?

Nunca tengo claro el título, soy francamente mala para titular. Por lo general el título sale de alguna frase del libro o se le ocurre a un agente o un editor. Luis Miguel Palomares, de la Agencia Balcells, escogió el nombre de Largo pétalo de mar, Johanna Castillo, mi agente americana sugirió Mi nombre es Emilia del Valle. Para escoger el título de mi primera novela lanzamos una moneda al aire y salió La casa de los espíritus, que sonaba como una novela de horror de Stephen King.

¿Quién es la Isabel Allende que escribió este libro?

La misma de siempre, pero más vieja. Llevo más de cuarenta años escribiendo y he aprendido muy poco. En este oficio no se pueden repetir fórmulas, hay que inventar todo de nuevo para cada libro. Procuro no repetir los mismos errores, pero siempre cometo nuevos.

¿Con los años ha adquirido rituales, manías o costumbres al momento de escribir?

No tengo manías, pero tengo disciplina. Siempre empiezo mis libros el 8 de enero, porque necesito preparar mi calendario para el compromiso total que es la escritura. Escribo todos los días. Antes me reservaba el fin de semana para la familia, los perros y el ocio, pero ahora trabajo en la casa y no tengo horario; estoy todo el día entrando y saliendo de mi oficina, con la novela en la cabeza, incluso los domingos.

¿Cómo dialoga esta novela con otras obras suyas protagonizadas por mujeres fuertes y complejas?

Todas mis protagonistas son fuertes y complejas porque están inspiradas en personas reales y la verdad es que no conozco mujeres que no sean así. En esta novela hay un diálogo con la familia del Valle, cuyos miembros aparecen en varios de mis libros, La casa de los espíritus, Hija de la Fortuna, Retrato en Sepia, Violeta, etc. Esa gente se me cuela en las páginas y no puedo desprenderme de ella.

¿Qué emociones o preguntas espera despertar en sus lectores con esta novela?

Eso no depende de mí. Nunca trato de dar un mensaje en la novela, eso lo reservo para mi activismo, mi fundación y los libros que no son ficción. No tengo ningún control sobre la emoción que una historia pueda provocar en los lectores, pero a veces lloro o me río sola al escribir una escena. Eso no garantiza que los lectores van a reaccionar de la misma manera.

¿Hay una frase o escena de la novela que considere el corazón de la historia?

No recuerdo ninguna. Cuando termino un libro se va de mi lado y enseguida me pongo a trabajar en otro; no me alcanza el cerebro para recordar el anterior.

¿Tuvo momentos de duda o bloqueo durante la creación de esta novela?

Escribí esta historia de corrido, sin pausas ni vacilaciones. Como en todos mis libros, empiezo a escribir a partir de la emoción y la intuición, sin un guion, sin plan, sin saber adónde voy. En el caso de una novela histórica, como esta, tengo mucho material de investigación que me sirve de base, pero no sé quiénes serán los personajes ni cómo se van a comportar. Eso no me asusta, porque sé que día a día, palabra a palabra, la historia irá adquiriendo forma.

¿Qué tipo de investigación fue necesaria para escribir Mi nombre es Emilia Valle?

Mi hermano Juan, profesor universitario retirado, me ayuda con la investigación. Por supuesto, comenzamos con los documentos históricos y militares, pero por el camino van surgiendo preguntas y se requiere estudiar más a fondo. Hay que averiguar el tipo de transporte, la comida de los soldados, los hospitales de sangre, el cuidado de los caballos y mulas, la disposición de cadáveres, las clases sociales, los partidos políticos, etc. Ahora, con internet y AI, eso es más fácil que antes.

¿Cómo ha cambiado su manera de contar historias con los años?

En los años 80, cuando empecé a escribir, estaban de moda las novelas abundantes y exageradas del Boom de la literatura latinoamericana. Pero desde entonces el mundo ha cambiado y también la forma de escribir; los lectores se han puesto más impacientes y están acostumbrados a la brevedad y la inmediatez. Además, yo vivo en inglés y escribo en castellano. Mi estilo se ha simplificado.

¿Cómo supo que esta historia ya estaba lista para ser contada?

Cada historia es una semilla en el vientre. Algunas empiezan a crecer y madurar y llega un momento en que me molestan, se apoderan de mi imaginación, me persiguen. Entonces es hora de contarlas.

¿Tiene algún ritual antes de empezar una nueva novela o cuando se sienta a escribir?

Unas pocas flores, una taza de té, una vela. Silencio, soledad y todo el tiempo del mundo.

¿Escribir esta novela la cambió de alguna manera como persona o como escritora?

No creo que esta novela me haya cambiado, pero la suma de todas las que he escrito sin duda le han dado sentido a mi existencia y me han dado una voz. Mi vida cambió por completo después de la publicación de La casa de los espíritus.

¿Cómo dialoga su intuición con la disciplina en el proceso de creación?

Sin disciplina, la imaginación y la intuición no sirven de nada. La escritura requiere tiempo, paciencia y dedicación, no es un pasatiempo, es una obsesión. Me presento ante el teclado cada día rigurosamente, pero una vez que cierro la puerta de mi estudio y saludo a mis personajes, el resto fluye solo. Nunca me falta inspiración.

¿Siente que escribe más desde la memoria, la imaginación o una mezcla de ambas?

Memoria, experiencia, imaginación, las causas que me importan, la gente que conozco, los libros que leo, las películas que veo, las conversaciones que escucho, todo eso nutre la escritura.