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¿Quién es realmente el millonario esposo de Salma?

Ella se resistía a los encantos del millonario francés y él como todo un caballero supo conquistar a la actriz mexicana. Aquí algunos detalles de cómo el magnate enamoró a Salma.
lun 22 abril 2013 07:35 AM
Ella se resistía a los encantos del millonario francés y él como todo un caballero supo conquistar a la actriz mexicana. Aquí algunos detalles de cómo el magnate enamoró a Salma.
Salma Ella se resistía a los encantos del millonario francés y él como todo un caballero supo conquistar a la actriz mexicana. Aquí algunos detalles de cómo el magnate enamoró a Salma. (Foto: Getty Images)

Salma no es la mujer que está detrás de Pinault. Está a su lado y aporta el equilibrio perfecto. En entrevista, el dueño del gran emporio de moda deja ver su carácter frente a las decisiones de su negocio y frente a la mujer que también ha conquistado a su familia.

A pesar de lo poderoso que se ha vuelto, la primera figura que el nombre Pinault evoca es a menudo la de su padre, François Pinault. Incluso Salma Hayek cometió este error antes de su primera cita, en 2006. Entonces, François-Henri ya llevaba tres años a cargo de Artémis, la firma que controla a PPR (Pinault-Printemps-Redoute). "Salma me dijo: ‘¿Cómo? No voy a salir con un tipo de 70 años'", recuerda Mimma Viglezio, una ex ejecutiva de Gucci que arregló esa cita. "Salma pensó que yo la estaba poniendo a salir con (François) el papá".

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Es fácil cometer ese error. En 1999, dos colosos de la industria, François Pinault, de PPR, y Bernard Arnault, de LVMH Moët Hennessy Louis Vuitton, se disputaban el control de Gucci. Arnault quería añadir la marca italiana a su portafolio de lujo, en tanto que Pinault buscaba crecer fuera de Europa Occidental. Al final del combate legal, Pinault se bajó del ring endeudado pero victorioso, y muy famoso.

Pinault es un hombre sencillo, exitoso, emprendedor y con un corazón que late sólo por Salma.
Pinault es un hombre sencillo, exitoso, emprendedor y con un corazón que late sólo por Salma.


El juego de las sillas

Cuatro años después, con varias de sus nuevas marcas de lujo inmersas en graves problemas, François Pinault invitó a su hijo a cenar a L'Ami Louis, un restaurante francés conocido por sus enormes pollos rostizados. François-Henri había pasado casi toda su carrera en las orillas más alejadas del imperio del padre -por un tiempo, se dedicó a vender equipo farmacéutico en África. Nadie sabía realmente quién era. Su padre había decidido hacerse a un lado, ya era tiempo de que su heredero se hiciera cargo y de inmediato.

"La mañana del lunes, cuando llegué a la oficina y dije: ‘¿Qué pasa aquí?', me respondieron: ‘Tú eres el jefe, así que tienes que usar la oficina del jefe'", recuerda François-Henri en la central de PPR ubicada en la Avenue Hoche de París. Y es que François había llegado antes y se había mudado finalmente de su oficina a la de su hijo. "Fue algo divertido pero dramático y muy surrealista. Yo sabía que iba a suceder pero no que fuera tan rápido. Apenas tenía 40 años y mi papá, a los 66, estaba en gran forma. Sin embargo, él había visto a muchos padres todopoderosos y lo que les pasó. Me di cuenta de lo duro que esto fue para él".

¡Viento en popa!

En estos 10 años, François-Henri, que ahora tiene 50, le dio la vuelta al emporio paterno, algo que consiguió haciendo poco ruido. Se deshizo de los negocios de compraventa de madera y de energía eléctrica, vendió la mayoría de sus tiendas y convirtió un viejo vapor de mercaderías en una fragata de la moda. Entre las banderas de lujo que ondea se cuentan Bottega Veneta, Alexander McQueen, Stella McCartney, Christopher Kane, Brioni y Sergio Rossi.

Me encontré con François-Henri una noche mientras le mostraban la renovada boutique Saint Laurent en la tienda departamental Galeries Lafayette. Él estaba ahí con Paul Deneve, ex director general de Lanvin, contratado para llevar la compañía a principios de 2011. Hedi Slimane, quien tiene el control artístico de la marca, había concebido la tienda en un déco estilizado, con líneas rectas y espejos que reflejaban el mármol de vetas blancas y negras.

François-Henri vio todo sin hacer comentarios pero preguntó a una vendedora: "¿Cuántas veces se tienen que lavar los mármoles?" "Cuatro o cinco", respondió. "¿El terminado mate del mármol requiere más mantenimiento que el brilloso?" "En efecto". Luego quiso ver el probador. Ahí Slimane pidió espejos de suelo a techo por todos lados y luces brillantes. François-Henri quería saber si no sería muy deslumbrante y luego sugirió: "Quizá sería bueno traer a un maquillista o a un experto en iluminación de cine para asegurarnos de que la luz hace que el cliente se vea bien". "Todavía nos queda trabajo por hacer", dijo dócilmente Deneve.

El 26 de abril de 2009 se casan por lo religioso en el Palazzo Grassi de Venecia, lugar en el que se conocieron.
El 26 de abril de 2009 se casan por lo religioso en el Palazzo Grassi de Venecia, lugar en el que se conocieron.


Respeto por el diseño

La firma que Pinault padre dejó a Pinault hijo en 2003 llevaba una ruta llena de obstáculos. Gucci, liderada por los extravagantes Tom Ford y Domenico de Sole, mostraba rezagos, y las otras marcas que la complementaban, YSL y Bottega Veneta, sobre todo, perdían mucho dinero. Los contratos de Ford y de De Sole se vencían en 2004 y Pinault los dejó ir. "Ese fue el peor momento para él en este negocio pues Tom Ford era una estrella", dice Jean-François Palus, su mano derecha en PPR. "Pero él analizó en qué momento Gucci había salido de curso y se aseguró de que no volviera a suceder deshaciendo todo lo que Gucci había montado. Cada marca volvió a ser manejada de forma separada a partir de ese momento y ningún diseñador volvería a ser más grande que la marca".

Una cosa que François-Henri no hace con sus diseñadores es inmiscuirse. Una vez que él determina a quién quiere, mantiene sus manos fuera de la mercancía. "No me toca a mí decir: ‘Esa bolsa no funciona'", dice. A diferencia de Bernard Arnault, François-Henri no avienta su peso, o el de su esposa, por delante. El rumor en LVMH es que cada vez que madame Arnault llega a una tienda, los ejecutivos reciben una llamada de monsieur Arnault esa misma tarde. En tanto, una ejecutiva de PPR comenta: 'Salma Hayek es muy precisa en cuanto a lo que le gusta y lo que no, pero François nunca nos ha llamado para decir: ‘Salma me dijo...'".

Detrás del cuento de hadas

Por estos días, toda la familia Pinault se reúne frecuentemente para pasar los fines de semana en el majestuoso Châteua de la Mormaire, que Pinault padre tiene a unos 45 minutos de París. El descuidado papá se ha convertido en un abuelo consentidor. "Les enseña palabrotas", dice François-Henri. Cada viernes, François-Henri trepa a Salma y a Valentina, su hija de cinco años, a su camioneta Lexus híbrida. A veces, se suben François y Mathilde, los dos pequeños que tuvo con su primera esposa, Dorothée Lepère, de quien se divorció en 2005. François-Henri tiene otro hijo llamado Augustin, producto de un breve romance con la modelo Linda Evangelista.

Sin importar cuál sea el destino, Salma procura involucrar a todos los miembros de la familia. En esta imagen, los Pinault-Hayek llegan a la Bienal de Arte en Venecia en 2011, en el Palazzo Grassi. El chico es François, el hijo mayor de Pinault.
Sin importar cuál sea el destino, Salma procura involucrar a todos los miembros de la familia. En esta imagen, los Pinault-Hayek llegan a la Bienal de Arte en Venecia en 2011, en el Palazzo Grassi. El chico es François, el hijo mayor de Pinault.


Los Pinault Hayek llevan una confortable vida de hogar, si acaso así se puede denominar al palacete familiar en un hotel particular del siglo XIX en el Left Bank del Sena. "Es la primera casa que me mandé a hacer para mí", dice François-Henri. "Me acababa de divorciar y me encantó adquirir los muebles, las luces, todo". Cuenta esto mientras estamos sentados en el amplio sofá blanco de un salón que parece una especie de leonera de soltero por su diseño tan masculino (lámparas con bases de botellas de cerámica, una de pie que parece un árbol). El adorno sobre el comedor es un dosel de anillos de plástico apilados sobre el que Salma expresa sus dudas: "O sea, me gusta, pero no es la mejor luz para comer", dice diplomáticamente. Y tampoco es que se meta mucho. "No es algo que tenga que hacer yo para entretenerme", comenta. "Ya lo hice cuando monté mi casa en Los Ángeles".

También en un rancho cercano a Mount Rainier en Washington, Salma solía pasar más tiempo en Estados Unidos pero dice que ya se asentó mejor en su vida parisina.

Es claro que a François-Henri lo vuelve loco su mujer. Él es sereno, ella es respondona, lo cual crea un balance que parece funcionar. Esto no siempre es tan evidente. Los dos terminaron su compromiso durante 2008 pero regresaron a los pocos meses. "Cuando conocí a François yo era una activista y no estaba para nada en el mundo de la moda", dice Salma. "Me confrontaba mucho con él, de una manera muy mala, realmente".

Él se había convencido de que nunca se casaría con una mujer que no fuera francesa, pero durante su boda en 2009 brindó porque Salma abrió su mentalidad gala. Si ahora ella tiende a aferrarse a algo, dice Salma Hayek, es principalmente por culpa de su marido. "Cuando no me gusta algo, me voy. Pero él me enseñó a hacer eso. Yo pudiera parecer ruda pero él es más valiente".

©The New York Times 2013

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