Recuerdo con cariño aquellas fiestas familiares, eternas, en las que después de un par de tequilas entraba mi papá acompañado de al menos ocho hombres que, con particular estruendo, daban inicio a la parte más divertida de la velada. Mis tíos y tías se levantaban apresurados, nos congregábamos todos en torno a la música y las voces se alzaban a la par de los instrumentos. Los tragos comenzaban a circular y con ojos brillantes observaba una auténtica fiesta mexicana en el jardín de mi propia casa.
Si bien estas canciones me acompañaron en la infancia, al crecer las abandoné completamente. No estoy segura de si lo hice porque me parecieron de alguna manera obsoletas o porque no lograba entender lo que expresaban. No podía conectar con las voces: en su mayoría eran masculinas y perpetuaban una idea en mi cabeza sobre el hombre viril, valiente, capaz de obtener lo que se propusiera mientras que yo buscaba, de manera desesperada, una voz femenina que tuviera esas mismas características, que me mostrara cómo ser mujer en un mundo sumergido en lo masculino.
Encontré algunas que me deslumbraron. Su presencia, sus palabras, sus vestuarios, sus rostros eran muchísimo más espectaculares de lo que pensé que podían ser. Sin embargo, generé nuevas preguntas y expectativas, entre ellas ¿cómo podían prevalecer estas mujeres fuertes, completas, bellísimas, absolutamente brillantes y al mismo tiempo existir en un mundo que parecía querer escribir siempre discursos en torno a los hombres, su valor y su poder?

Y con estas dudas en la mente, llegué a la voz de Ángela Aguilar, en quien encontraba cientos de respuestas a preguntas que ni siquiera había sido capaz de formular.
"México va más allá de la moda, de lo que la gente está haciendo o buscando o de lo que sucede en línea, es mucho más grande que los likes o los seguidores, es bonito ser reconocida, pero las raíces son México, poder enseñarle a la gente las tradiciones tan preciosas que tenemos, en conjunto con la música que nos tardamos generaciones en crear”, me respondió Ángela, por ejemplo.
Ambas nos encontramos en un diálogo que me llevó a desenredar una buena parte de la experiencia de ser una mujer que lucha, que representa la yuxtaposición de la libertad creativa, la sororidad y el feminismo contra aquello que nos ha sido impuesto desde hace generaciones. Y al mismo tiempo, ella se levanta como figura en un mundo gobernado por hombres, el de la música regional mexicana, que se atreve a ser acompañada de estos mismos.
Para Ángela Aguilar, la senda se recorre acompañada: como artista y mujer. Encuentra inspiración, fuerza, admiración en otras compañeras que se abren paso de una forma que ella considera genuina e incluso honesta, encuentra un camino entre Marian Ruzzi, Melissa Robles —integrante de Matisse—, Becky G, Chiquis Rivera, Ana Bárbara e incluso Alicia Keys.