‘The Politician’, así es la llegada de Ryan Murphy a Netflix

En el contexto que vive Estados Unidos alejado de toda ficción, esta serie podría insinuarse como una glamurosa crítica del sistema, por la construcción de la popularidad política en un plan maquiavélicamente trazado a través de una imagen sonriente, una supuesta empatía e, incluso, un descarado abuso de personas con enfermedades terminales o discapacidades con el único objetivo de sumar votos.

Si la intención de Murphy y su dupla de guionistas, Ian Brennan y Brad Falchuk, es mostrar la banalidad y lo inconexa que se encuentra una clase social privilegiada respecto de los problemas de la realidad, nos acercamos a un primer acierto. Pero, de alguna forma, esta manifestación exagerada se nota inverosímil en ciertos sentidos, lo que hace que el espectador pierda perspectiva.

Desde que se anunció el millonario contrato de Murphy con Netflix, mucho se especuló sobre lo que esta mancuerna sería capaz de realizar con el historial que carga el exitoso productor. Este primer proyecto tiene la ligereza y la acidez de Glee con una dosis de pretensión. Por ningún lado un poco del ingenio de Nic Top ni de la profundidad en los personajes de American Crime Story.

Nadie negará que Ben Platt, el flamante protagonista, es un actor a prueba de balas. Sortea con bastante solvencia este sociópata en ciernes saltando de un carisma impostado a un vulnerable adolescente con problemas de identidad. Incluso, sus momentos musicales son luminosos dada su comprobada calidad vocal. Pero hay algo en estos personajes que nos aleja de ellos y es que están delineados desde la caricatura y esa capa superficial nos obstaculiza el hecho de tomarles es enserio cuando tenemos que hacerlo.

Es probable que la distancia generacional sea otra traba para empatizar con estos personajes. La forma en que la generación que se retrata en The Politician entiende la realidad, la política, el amor, el poder, la riqueza y el sexo en otros términos que de pronto parecen excéntricas y desproporcionados para los extraños. Arrogantes y triviales.

A pesar de toda esa confusión de la que hablamos al principio, los valores de producción están a tope con una plástica que rebosa en el vestuario y en las locaciones. Se percibe el pulso, un tanto potenciado, de Murphy para ofrecer un show luminoso pero carente de sustancia.