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Renunció a la corona, por amor

En esta historia, el protagonista rechazó una vida de privilegios, que le brindaba su estatus de Rey, con tal de permanecer a lado de quién le &#39robó&#39 el corazón.
mié 14 marzo 2012 05:00 AM
En esta historia, el protagonista rechazó una vida de privilegios, que le brindaba su estatus de Rey, con tal de permanecer a lado de quién le &#39robó&#39 el corazón.
Eduardo y Wallis Simpson En esta historia, el protagonista rechazó una vida de privilegios, que le brindaba su estatus de Rey, con tal de permanecer a lado de quién le 'robó' el corazón. (Foto: AP)

¿Qué pasa cuándo el hechizo de Cupido es más fuerte que, incluso, tener la posibilidad de dirigir el destino de una nación, no ser señalado abiertamente por tu infidelidad o simplemente abandonar el derecho de ser tratado como realeza?

UN REY QUE PREFIRIÓ SER SÚBDITO. En las historias de "los cuentos de hadas" de las Familias Reales de nuestros tiempos, hay una que se escribió con la decisión de su protagonista de abandonarlo todo, con tal de estar a lado de aquella que le "robó" el corazón, y sin duda probó que para el amor, no hay barreras suficientes.

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En 1931, la dos veces divorciada Wallis Simpson (situación inaceptable para un Reina inglesa), conoció al bailarín y feliz príncipe Eduardo.
En 1931, la dos veces divorciada Wallis Simpson (situación inaceptable para un Reina inglesa), conoció al bailarín y feliz príncipe Eduardo.


Era la noche del 11 de diciembre de 1936, cuando Gran Bretaña y el mundo conocieron la noticia, Eduardo VIII, rey del Reino Unido y los dominios de la Mancomunidad Británica y emperador de la India, renunciaba a sus obligaciones:

"(..) Me resulta imposible soportar la pesada carga de desempeñar mis deberes de Rey sin la ayuda y el apoyo de la mujer que amo (...)", aceptó su excelentísima majestad británica, en una transmisión de la BBC.

Sí, por primera vez en la historia, un Monarca prefería deponer su "gracia divina" para gobernar y el por qué tenía nombre y apellido, la celebridad estadounidense, Wallis Simpson, mujer de recio carácter y quien, con el misterio de su mirada de azul intenso, sencillamente puso a temblar a la más icónica monarquía.

En 1931, la dos veces divorciada (situación inaceptable para un Reina inglesa), conoció al bailarín y feliz príncipe Eduardo, luego de hacer gala de sus artes de conquista, "lo flechó" a tal grado que él prefirió abdicar, ante la oposición de la Casa Real y de toda una nación de que la "extranjera, intrusa, extravagante divorciada, ambiciosa advenediza que manejaba al Rey a su antojo", se convirtiera en Reina.

Como una mujer de recio carácter, Wallis puso a temblar a la monarquía británica.
Como una mujer de recio carácter, Wallis puso a temblar a la monarquía británica.


La vida significó para ambos, desde ese momento, un exilio del que nunca retornarían, pero del que supieron sacar partido, viajando alrededor del mundo, de fiesta en fiesta, entre ostentosos regalos, para disfrutar de su título de Duques de Windsor, como gobernadores en Bahamas, para finalmente establecerse de lleno en Francia.

EL AMOR TRIUNFÓ.El Duque de Windsor se casó con la señora Simpson, quien había cambiado su nombre por el de Wallis Warfield, en una ceremonia privada el 3 de junio de 1937, en el castillo de Candé, cerca de Tours, Francia.

Cuando la Iglesia de Inglaterra se negó a autorizar la unión, un clérigo del condado de Durham, el reverendo Robert Anderson Jardine (vicario de San Pablo, Darlington), se ofreció a realizar la ceremonia y el Duque aceptó.

Jorge VI prohibió a los miembros de la Familia Real que asistieran a la ceremonia y esta actitud continuó durante muchos años y amargó la vida del Duque y de la Duquesa de Windsor, -a pesar del título, a ella se le negó el tratamiento de Su Alteza Real-, lo que causó conflictos, al igual que los asuntos financieros, el gobierno se negó a incluir al Duque o la Duquesa en la Lista Civil y el Rey pagó personalmente su subsidio.

Y VIVIERON... En el transcurso de los años 1950 y 1960, la pareja vivió entre Europa y los Estados Unidos, disfrutando de una vida de ocio como celebridades sociales. Después de la muerte de Eduardo en 1972, la Duquesa se recluyó y rara vez volvió a ser vista en público, pues permaneció confinada a su cama y no recibía visitas a excepción de su médico y enfermeras, hasta su muerte en su casa en el Bois de Boulogne de París el 24 de abril de 1986.

La mayor parte de su herencia fue a la fundación para la investigación médica del Instituto Pasteur. La decisión tomó por sorpresa a la Familia Real y a los amigos de la Duquesa, porque durante su vida nunca había mostrado algún interés en la caridad.

En abril de 1987, la notable colección de joyería de Wallis recaudó 45 millones de dólares para el instituto en una subasta en Sotheby's, aproximadamente siete veces su precio estimado, además atrajo ofertas de famosas personalidades como Elizabeth Taylor, Calvin Klein y Jacqueline Onassis.

EL DISCURSO DEL REY. Eduardo VIII sorprendió al orbe, cuando decidió poner a un lado su responsabilidad con el pueblo británico, por seguir, hasta el final, a la mujer que guió en todo momento sus decisiones. Él en su discurso explicó por qué Wallis sería conocida como "la mujer que valió más que un trono", y que a decir del editor inglés, Charles Pick, vivió celosa de la popularidad de Marilyn Monroe.

"Mira, tengo los periódicos del día. Yo solía aparecer en todas las portadas, pero ahora sólo veo a Marilyn Monroe en ellas. Bueno, ¡alguien me ha quitado de en medio!", cuenta Pick que le dijo Simpson en 1956, mientras discutían en París la publicación de su autobiografía, "The Heart Has Its Reasons" ("El corazón tiene sus razones").


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