Resultan curiosas las palabras de Truffaut si consideramos que algunas de las películas de Herzog incluyen escenas con personas con enanismo crucificando a un mono, al famoso actor galés Christian Bale comiendo gusanos de verdad, o a una gallina bailando al ritmo de música country. Sin embargo, basta hacer un recorrido por la vasta filmografía del alemán para entender su aportación tan significativa al séptimo arte, así como la influencia que tiene no sólo en la ficción, sino también en el documental.
Nacido en Munich en 1942, su primer recuerdo se remonta a la ciudad de Rosenheim envuelta en llamas tras un bombardeo de la II Guerra Mundial. Tras huir de los vestigios bélicos, llegaría con su familia a un pueblo sin drenaje y electricidad, rodeado de naturaleza en los alpes bávaros y aislado de la civilización.
La ausencia de comodidades durante su infancia influyó radicalmente en su trabajo. No conocería el cine hasta que un proyeccionista acudió a su escuela para dar así, desde su juventud, propósito a su vida. Al regresar a Múnich a los 12 años, se involucró de lleno en el mundo de los filmes e, incluso, se hizo de una enciclopedia sobre realización cinematográfica.
Para cumplir sus sueños Herzog hurtó una cámara de una escuela de cine, acto del cual dice no estar arrepentido pues más que un delito era una necesidad. A los 20 años filmaría su primer corto titulado Heracles (1962) y es aquí cuando comienza la historia del hombre que fundó el movimiento del neuer deutscher film (nuevo cine alemán).