Bong Joon Ho tuvo a gran parte del Olimpo de Hollywood de pie cuando Jane Fonda (otro momento con alta dosis de política) anunció que era él y su filme que toca la dicotomía de las clases sociales. Un director surcoreano conquistando la meca del cine a 100 años del surgimiento de la industria en el país asiático y en medio de negociaciones diplomáticas entre ambos países.
Con el riesgo de sonar repetitivos diremos, de nueva cuenta, que en 92 años de historia de este premio esta es la primera ocasión que una cinta de habla no inglesa gana el premio a Mejor Película. Además de acariciar el premio a Mejor Dirección, Mejor Guión Original y Mejor Película Internacional (nuevo nombre de esta categoría tras la polémica suscitado con la cinta Lionheart de Nigeria.)

En este punto es posible que salte la pregunta ¿qué de importante tiene esto? Este es un síntoma de una academia que, por lo menos, está intentando alejarse de historias contadas por el canon privilegiado.
Estados Unidos a través de Hollywood le ha dicho al mundo, por décadas, que ellos son la nación más próspera, la más feliz, la única donde la libertad y la justicia existen; la que, en caso de que el apocalipsis llegue, salvará a la humanidad; la que logrará llevarnos al espacio, donde los sueños se cumplen.