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Ale Quesada y Alex de la Mora, un reto en el maratón de Chicago

El pasado 11 de octubre se celebró la edición 38 de este legendario maratón donde 45 mil corredores dieron el todo por el todo. Aquí el testimonio de estas dos mexicanas.
vie 16 octubre 2015 03:00 PM
El pasado 11 de octubre se celebró la edición 38 de este legendario maratón donde 45 mil corredores dieron el todo por el todo. Aquí el testimonio de estas dos mexicanas.
Maratón de Chicago El pasado 11 de octubre se celebró la edición 38 de este legendario maratón donde 45 mil corredores dieron el todo por el todo. Aquí el testimonio de estas dos mexicanas. (Foto: Cortesía)

Ale Quesada

"¡Corre!", eso fue lo que me dijeron antes de la carrera, y eso fue lo que hice: corrí.

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Hay quien dice que tu vida cambia para siempre después de completar tu primer maratón. En mi caso, el 11 de octubre de 2015 se abrió un nuevo capítulo en mi vida, ese día corrí mi primer maratón y lo hice en el de Chicago.

Mientras me preparaba, una entrenadora me dijo que "la carrera es sólo la cereza del pastel", y coincido con ella. El verdadero reto es el entrenamiento, la carrera es el premio.

Pero, ¿por qué corro? ¿En qué pienso cuando lo hago? ¿Qué sentido tiene para mí correr, qué me aporta? ¿Mi estilo de correr y el objetivo que persigo tienen algo que ver con mi carácter? ¿Qué fue lo que me llevó a completar el maratón de Chicago?

"Corro. Corro en un vacío, o mejor dicho, corro para entrar en ese vacío... cuando corro, intento pensar en un río y en nubes. Pero básicamente, no pienso en ninguna cosa. Todo lo que hago es correr en mi propio y cómodo vacío, mi propio silencio nostálgico. Y esto es maravilloso. Diga lo que diga nadie", lo leí en el libro "De qué hablo cuando hablo de correr" de Haruki Murakami, y me resuena cuando toda esta serie de preguntas llenan mis pensamientos.

Ale Quesada
Ale Quesada


A pesar de que siempre me ha gustado correr, nunca me imaginé en un maratón. Ni siquiera podía imaginar el simple hecho de pensar en completar los 42.195 kilómetros, me parecía imposible poder correr "tanto". Ahora sé que puedo hacerlo.

Los últimos siete kilómetros fueron los más difíciles, hasta consideré parar. Pero usé mi imaginación. Cerré los ojos y me vi lográndolo. Experimenté emociones que me llevaron a cruzar la línea de meta. Cuando llegué y me detuve, sentí dolor... me sentí viva.

Sé que logré terminar este maratón gracias a mi equipo Shankha, una familia elegida por mí y con quien compartí la experiencia. Alex, Lore, Karina, Erick, Alma y Rafa lo hicieron aún más especial. Es un viaje que contaré muchas veces y que vivirá dentro de mi para siempre. Di todo lo que tenía en ese momento y aguanté todo lo que me fue posible. Al terminar la carrera busqué a Alex de la Mora, lo único que quería era abrazarla y compartir con ella ese momento, fue su fuerza la que me acompañó.

"Cuando corres sobre la tierra y corres con la tierra puedes correr para siempre", un dicho de los grandes Tarahumaras con el que me despido.

Alex de la Mora

Un día antes del maratón estábamos en un restaurante de Chicago brindando (con agua) lo que sería la culminación de muchos días de entrenamiento, ya que en algunas de horas estaríamos corriendo el maratón. Erick, nuestro querido entrenador, nos estaba dando algunos consejos y esperándonos para lo que se pudiera presentar en el momento de correr.

Noté como ese día estaba más introspectiva que de costumbre -cabe mencionar que soy bastante extrovertida- y conforme pasaban las horas mi silencio era más evidente, se hacía más claro mi diálogo interno y no tuve otra opción que poner mucha atención en cómo me estaba funcionando mi cabeza.

Hace un año y dos meses, Nike me propuso correr mi primer maratón, no había mucho tiempo para entrenar y no era algo a lo que estaba acostumbrada, sin embargo, acepté. El proceso fue duro, hubo muchos momentos de duda y mi vida tuvo que dar un giro importante, pero al final, con un buen entrenador y mucho compromiso lo logramos.

Alex de la Mora
Alex de la Mora


Corrí 4:01:07, nada mal para una primeriza. Fue un maratón sumamente emocional, pero lo más importante es que abrió una puerta que hoy no quiero que se cierre nunca.

La cotidianidad no permite ver los grandes cambios, es el tiempo quien da perspectiva y nos hace tomar consciencia de lo mucho que ha pasado, es así como hoy me sorprendo de lo mucho que correr ha transformado mi vida. No sé bien en qué momento decidí que no quería dejar de entrenar, no se bien cómo fue que decidí priorizar mis tiempos de entrenamiento sobre todo lo demás, no sé bien en qué momento mi cuerpo se fortaleció de esta manera. Lo que sí sé, es que esa pasión por los retos que siempre me ha caracterizado, encontró un lugar en donde seguir creciendo.

En esa cena una noche antes del maratón, noté que mi cabeza se iba haciendo cada vez mas fuerte, noté como una energía se hacía presente en mi cuerpo cuando pensaba que estaba lista para darlo todo. Pensaba que mi cuerpo estaba sano, con algunos dolores, sí, pero el dolor a mi nunca me ha detenido en nada, y esta definitivamente no iba a ser la primera vez. Iba como bien nos había dicho mi entrenador, a cambiar cada kilómetro que había corrido, cada día que me había levantado a oscuras, cada dolor que había sentido, por unas cuantas horas de mi vida. Sólo eran unas cuantas horas y entre más rápido corriera más pronto acabaría el esfuerzo.

Ahora el reto ya no era acabar el maratón, ahora iba contra el tiempo y las ambiciones que teníamos mi entrenador y yo eran muchas.

A las seis de la mañana nos quedamos de ver, empezamos a caminar hacia la salida, el amanecer estaba particularmente bonito, todo para mí era una buena señal, seguía sin hablar mucho, tampoco estaba nerviosa, sólo tal vez un poco ansiosa, pero estaba lista.

Mi amiga y compañera de entrenamientos, la diseñadora Ale Quesada, caminamos juntas al lugar de salida, avanzamos entre la gente, pusimos nuestro reloj y empezamos a correr. Corrimos juntas los primeros 10 kilómetros después ella se adelantó un poco, yo iba a buen paso y decidí mantenerlo así. En cada milla monitoreaba el tatuaje que tenía pegado en el brazo (usar el tatuaje temporal es una técnica entre los corredores para marcar los tiempos estimados que tienes que hacer en cada split de la carrera) y revisaba el tiempo que decía mi reloj, esta vez era claro, no me importaba ni la ciudad, ni las personas, ni nada más que correr a buen paso. No estaba dispuesta a hacer mas tiempo del que quería.

Correr distancia implica un enorme esfuerzo físico, pero el trabajo real se hace en el tiempo de entrenamiento, a la hora de la carrera la prueba es cien por ciento mental, es por eso que es fascinante. Te enfrentas a tus debilidades y a tus fortalezas, lo más importante es como manejas tu mente en esos momentos. Notaba que había veces que me preguntaba a mi misma "¿Qué necesitas oír para sentirte mejor?" y esa era la historia que me contaba. Me hacía preguntas como: "¿Cómo te quieres sentir acabando esto?" Y entonces me decía: " Bueno pues para sentirte así, necesitas no bajar el ritmo de carrera, al contrario acelera un poco, son sólo un par de horas más, sí puedes, entre más rápido corras, más rápido se acaba" Y uno va encontrando sus propios mantras, sus propias historias, como en la vida misma, es por eso que depende cien por ciento de nosotros como acabamos un maratón. Así como también depende cien por ciento de nosotros, que tan bien la pasamos en la vida, la respuesta está en el tipo de historias que nos empecemos a contar.

Crucé la meta. Cuando me detuve casi me caigo del cansancio, había hecho 18 minutos menos que el año pasado, mi tiempo fue de 3:43:33.

Busqué a Ale por donde nos quedamos de ver y cuando la vi nos encontramos con un fuerte y largo abrazo. Lo habíamos dado todo, absolutamente todo. Y en ese momento entendí que en algún momento del camino, me había convertido en una atleta.

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