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Marigely fue víctima de agresión

Cuando Juan Camilo se fue a la Oficina de la Presidencia en Los Pinos, ella salío despavorida a Campeche con sus tres hijos cuando un grupo de perredistas le lanzó piedras en la calle.
dom 01 marzo 2009 06:00 PM
Cuando Juan Camilo se fue a la Oficina de la Presidencia en Los Pinos, ella salío despavorida a Campeche con sus tres hijos cuando un grupo de perredistas le lanzó piedras en la calle.
Juan Camilo Mouriño Cuando Juan Camilo se fue a la Oficina de la Presidencia en Los Pinos, ella salío despavorida a Campeche con sus tres hijos cuando un grupo de perredistas le lanzó piedras en la calle. (Foto: Cortesía)
La familia iba los fines de semana al cine y a comer a algún restaurante en el que los niños pudieran jugar.
La familia iba los fines de semana al cine y a comer a algún restaurante en el que los niños pudieran jugar.

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No puedo describir la alegría, el orgullo y la satisfacción personal que reflejabas cuando Felipe ganó la presidencia. Estabas tan entregado a esa campaña que no había descansos. Te nombraron jefe del equipo de

transición de las dos Presidencias y de ahí te fuiste a la Oficina de la Presidencia en Los Pinos. Era una época muy bonita. Lástima que nuevamente salí despavorida a Campeche con nuestros tres hijos cuando un grupo de perredistas me lanzó piedras en la calle. Me asusté mucho, sabes que no soy mujer para eso. Te apoyé siempre desde mi trinchera, como esposa y madre de tus hijos pero desde la casa.

Volvimos a las llamadas y a vernos de vez en cuando, pero tus compromisos eran muchos. Así que esperé a que se calmaran las aguas y regresé a tu lado cuando te iban a nombrar secretario de Gobernación.

Recuerdo la noche cuando llegaste al departamento y me dijiste: “Acabo de hablar con el Presidente y todavía no es público, pero me dice que voy a Gobernación”. A mí casi se me cayó el pelo, pero dijimos ‘enhorabuena y que sea para bien’. Los meses que estuviste ahí fueron incansables, me consta, estabas dedicado totalmente a tu trabajo y a sacar adelante lo que te habían encomendado.

Te levantabas temprano, desayunabas ligero y luego de hacer ejercicio te ibas a la oficina. Hablábamos diario por teléfono, siempre he dicho que gracias a que me compraste una BlackBerry sobrevivió nuestro matrimonio, pues todo el tiempo estabas en reuniones, de viaje o en cenas de trabajo. Muchas veces llegabas y yo ya estaba dormida. Conste que no es reproche.


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Hasta el último momento agradecí el buen padre que fuiste. Cuando te decía que alguno de tus hijos tenía examen, te hacías un tiempo para salir antes y llegar a estudiar con ellos. Si vieras ahora cuánto se acuerdan de eso. Eras un papá con mucho amor y cariño hacia ellos. Consentidor, pero a la vez riguroso. Los niños tenían que cumplir tus reglas. Yo siempre te apoyé y te di tu lugar, los permisos tú los concedías y las decisiones tú las tomabas. Queríamos tener un cuarto hijo; ¡cuántos planes se quedaron en el aire! De lo que sí puedes estar tranquilo es que estoy dedicada por completo a nuestros tres hijos. Cuidaré de ellos y los sacaré adelante. Nunca te van a olvidar porque los enseñaré a recordarte.

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